"Desviación o discrepancia de una regla o de un uso".
Así, de esta forma aséptica y escueta define la Real Academia uno de los
términos más usados en las últimas semanas: “anomalía”. Claro, que no le añade
“histórica”, ni lo relaciona con las eternas dos Españas. Y es que nos
empeñamos en complicar todo, en enredarlo, en sacar las banderas a paseo.
Con lo fácil que sería aplicar la
lógica. Nos hemos desviado de la regla democrática, cuando seguimos siendo una
democracia, pues volvemos a la buena senda, y en paz. A otra cosa, que hay
muchas por resolver. Y a quien le gusten las anomalías, pues que se busquen
otro sitio, que ya les ha durado mucho el actual.
Vale que la cosa sea más complicada de
lo que estoy pintando. Pero tampoco tanto. Los Gobiernos, las administraciones,
están para poner orden y concierto en lo que se desvía de las reglas o usos.
Igual para retirar un lienzo de muralla que se está desprendiendo, que para
apuntalar un edificio que amenaza con aplastar a los viandantes, que para
cerrar el paso a una carretera con socavón incluido. O para sacar a un
inquilino de un sitio en el que no debería haber entrado, y mucho menos
permanecido por cuatro décadas.
Y que no me cuenten que interviene el
corazón, que hay decenas de miles de huesos dispuestos a dar la réplica.
También son una anomalía. Como las cunetas, o los pozos donde, según me
contaban de pequeña, arrojaban a la gente viva.
Nunca es demasiado tarde para resolver
anomalías históricas tan claras, tan palpables, tan ilógicas que hasta se
escapan de la lógica. No pueden convivir verdugo y víctimas, y mucho menos
permitir homenajes casi diarios. Lo mismo vale para otro “héroe”, Queipo de
Llano, al que firmar miles de sentencias de muerte en Sevilla le valieron un
lugar de honor en una capilla. Y para los que descansan en El Alcázar de
Toledo, y algún otro que se me olvida.
Ojalá fuera tan fácil corregir todo lo
que no está bien, aunque haya algún juez innombrable que, en la era de las
grandes máquinas, hable de dificultades técnicas para mover una losa.
Lo difícil es mover conciencias e ideologías
anómalas.
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