Hoy
voy a contar un cuento. Un cuento chino, pero que sucede aquí, en Macondo, como
todo. En un pueblo somnoliento, sin
industria bananera de la que tirar,
aparece una mujer, Petra Cotes, cuyo amor se disputan dos Buendías. Nada
fuera de lo normal.
Lo extraordinario
era ella, la mujer, y su don de
exasperar a la naturaleza. A su paso, los animales criaban por cientos, las cosechas se multiplicaban y los billetes
daban para empapelar toda la casa, como de hecho hizo su amante más fiel.
Petra
no era nada espectacular; de hecho, ni en la cama mostraba cualidades
especiales, ni sabía porqué pasaba lo que pasaba. Pero durante un tiempo, supo
encandilar a todos, aunque no pudiera evitar la ruina final de Macondo.
Hasta
aquí, el cuento. Sin moraleja, que esa la da la triste realidad. Mientras
escribo, escucho los miedos de agricultores y ganaderos de esta doliente tierra
nuestra, aterrorizados por los famosos aranceles de Estados Unidos a nuestros
productos.
Y
que al parecer responden a la guerra comercial entre China y Estados Unidos,
que nos ha cogido en medio, sin comerlo ni beberlo. Justo cuando las cifras de
exportación nos daban un respiro después de la larguísima crisis. Creíamos
haber descubierto una Petra Cotes que nos haría nadar en la abundancia. Le
pusimos casa, como Aureliano Segundo, y la colmamos de halagos y regalos.
Habían acabado los cien años de soledad.
Pero
todo era un cuento chino. Somos más pobres, cobramos menos y pagamos más; trabajamos más tiempo por menos dinero; tenemos
más frío, porque sube el gas, y viajamos menos, porque el transporte es más
caro y también nos afecta la producción de petróleo.
Y
ahora nos ponen trabas para que vendamos nuestro aceite, nuestro queso, nuestro
vino… Como simple narradora de cuentos,
no entiendo de grandes cifras, de microeconomías, y mucho menos de macros. Soy
tan simple que me cuesta entender que lo que pasa entre chinos y americanos nos
acabe afectando a los que habitamos este remoto lugar del mundo y no somos un
peligro para nadie.
Hemos confiado en una
Petra Cotes que sólo existe en los cuentos, y nos hemos dado cuenta demasiado
tarde, cuando ya han escrito la moraleja por nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario