Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

lunes, 7 de octubre de 2019

CUENTOS CHINOS


Hoy voy a contar un cuento. Un cuento chino, pero que sucede aquí, en Macondo, como todo.  En un pueblo somnoliento, sin industria bananera de la que tirar,  aparece una mujer, Petra Cotes, cuyo amor se disputan dos Buendías. Nada fuera de lo normal.       
          Lo extraordinario era ella, la mujer,  y su don de exasperar a la naturaleza. A su paso, los animales criaban por cientos,  las cosechas se multiplicaban y los billetes daban para empapelar toda la casa, como de hecho hizo su amante más fiel.
       Petra no era nada espectacular; de hecho, ni en la cama mostraba cualidades especiales, ni sabía porqué pasaba lo que pasaba. Pero durante un tiempo, supo encandilar a todos, aunque no pudiera evitar la ruina final de Macondo.
       Hasta aquí, el cuento. Sin moraleja, que esa la da la triste realidad. Mientras escribo, escucho los miedos de agricultores y ganaderos de esta doliente tierra nuestra, aterrorizados por los famosos aranceles de Estados Unidos a nuestros productos.
          Y que al parecer responden a la guerra comercial entre China y Estados Unidos, que nos ha cogido en medio, sin comerlo ni beberlo. Justo cuando las cifras de exportación nos daban un respiro después de la larguísima crisis. Creíamos haber descubierto una Petra Cotes que nos haría nadar en la abundancia. Le pusimos casa, como Aureliano Segundo, y la colmamos de halagos y regalos. Habían acabado los cien años de soledad.
         Pero todo era un cuento chino. Somos más pobres, cobramos menos y pagamos más;  trabajamos más tiempo por menos dinero; tenemos más frío, porque sube el gas, y viajamos menos, porque el transporte es más caro y también nos afecta la producción de petróleo.
      Y ahora nos ponen trabas para que vendamos nuestro aceite, nuestro queso, nuestro vino… Como simple narradora de cuentos, no entiendo de grandes cifras, de microeconomías, y mucho menos de macros. Soy tan simple que me cuesta entender que lo que pasa entre chinos y americanos nos acabe afectando a los que habitamos este remoto lugar del mundo y no somos un peligro para nadie.
         Hemos confiado en una Petra Cotes que sólo existe en los cuentos, y nos hemos dado cuenta demasiado tarde, cuando ya han escrito la moraleja por nosotros.

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