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domingo, 24 de febrero de 2019

LA VUELTA DE ELENA FRANCIS

Ha sido escuchar al presidente de Vox en el Parlamento andaluz pidiendo la  relación de todos los trabajadores, con sus nombres y apellidos, de las Unidades de Valoración Integral de Violencia de Género, y acordarme de Elena Francis. Extraña asociación, diréis. Pues no. Porque aparte de que la tal señora Francis no existiera realmente, siempre he imaginado un cura calvo con sotana, un par de señoras como mis profesoras de Formación del espíritu Nacional, y algún falangista de pro, contestando como locos las cartas que las desdichadas mujeres enviaban, escudadas en el anonimato, al “aleccionador” programa de radio.
          Y ahí me encaja, vaya si me encaja, la figura de Francisco Serrano, ese juez redondito,  con cara de señor normal, y tan preocupado por los abogados, psicólogos, terapeutas y demás gente de mal vivir, que puedan aconsejar a las mujeres víctimas de violencia, o a sus hijos, que denuncien al agresor y hasta que lo abandonen. Y que acudan a las instituciones, que para eso están, para que les echen una mano y las ayuden a vivir una vida razonablemente normal.
          Dice este “moderno” señor Francis, que los informes que realizan estos trabajadores están basados en criterios "ideológicos" –lo que llaman "suprema cismo de género"– y quieren depurar los casos del personal que no consideran cualificado. Como si una bofetada, una violación, o el maltrato psíquico, tuviera ideología.
          Han sido muchos, muchísimos, los análisis que se han hecho, andando el tiempo, acerca del famoso consultorio de radio que sí, daba consejos de belleza, y de cocina o de limpieza, pero que al mismo tiempo lanzaba un claro mensaje a las mujeres que habían saboreado en la República las mieles de la libertad, de tener derechos, acerca del modelo que imponían los vencedores. Ya sabéis, eso de “Cásate y sé sumisa”
          Vamos, que no hace falta tener una imaginación desbordada para colocar ante el micrófono a uno  de los chicos/as de la formación ultraconservadora pidiendo paciencia y comprensión a la mujer maltratada, “Sea valiente, no descuide un solo instante su arreglo personal. Y cuando él llegue a casa, esté dispuesta a complacerlo en cuanto le pida” (sic), y para más inri, afirmando que algo de culpa tendría ella también. O desaconsejando vivamente el abandono del hogar tras muchas infidelidades del marido, cuando la receta de Francis era la siguiente: “Es mucho mejor que se haga la ciega, sorda y muda. Procure hacer lo más grato posible su hogar, no ponga mala cara cuando él llegue”.
          Habrá que ver qué hace el señor Francis de Vox con la lista de trabajadores de los equipos de valoración, porque la “depuración” que pretende puede ser más que drástica. No creo que nadie que haya visto los moratones, la desesperación de una mujer víctima de malos tratos, el miedo en sus ojos y en los de sus hijos, pueda decir con voz impostada eso de “querida amiga, hay que sacrificarse por la familia…”.
          Pues eso, que miedo me da la purga, que estos no se van a conformar con una cucharadita de aceite de ricino.   

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