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domingo, 13 de enero de 2019

TRADICIONES

Según el diccionario, el término, de género femenino, viene del latín y recoge usos, costumbres y conocimientos que, por considerarse especialmente valiosos o acertados, merecen que sean aprendidos por las nuevas generaciones, para que lo transmitan a las siguientes, a fin de que se conserven, se consoliden, se adecuen a nuevas circunstancias. Bien. Que todos conservamos celosamente recetas de la abuela, secretos de familia para hacer tal o cual cosa, como se ha hecho desde que el mundo es mundo, y, yendo más allá, no son pocas las cosas que hemos recuperado acudiendo a enseñanzas antiguas.
          Hasta aquí la teoría, y la primera parte de la definición.  La segunda, la de “adecuarse a las nuevas circunstancias”, ya no está tan clara. Llevamos unos días (y lo que te rondaré morena), en los que, por razones que todos tendréis en la cabeza, nos sale la tradición por las orejas. La de cosas que hay que recuperar y mantener… Desde la Reconquista y desde más atrás. Yo diría que desde las cavernas, desde que Hug el Troglodita de los tebeos asestaba un estacazo a la chica de sus sueños para certificar el matrimonio.
          No sé si por casualidad, o porque el cerebro, en situaciones límite establece extrañas concesiones, la sobredosis de tradición ha coincidido con alguna noticia que a punto está de producir un cortocircuito en la ya, digamos delicada, situación de las mujeres en el mundo. En España también, claro.
          Una joven madre ha muerto en Nepal, junto a sus dos hijos, por cumplir la tradición denominada “chaupaddi”, que básicamente es el derecho que el marido tiene a echar a su mujer de cada durante la menstruación. Una vez al mes, a la puñetera calle. Con muchos grados bajo cero y con los niños, por si se han contagiado de la impureza. Sigo. La pasada semana, un tribunal de Arabia Saudí ha dictado sentencia obligando a notificar el divorcio a las esposas por SMS. Gran avance. Eso, y que les permitan conducir desde el 1 de enero, aunque aún  no pueden solicitar su pasaporte, salir del país, abrir una cuenta bancaria, poner en marcha un negocio propio, casarse o someterse a intervenciones quirúrgicas que no sean de urgencia.
          En otros países sigue el vigor el “talaq”, la forma más sencilla de decir ahí te quedas, y me voy sin obligación de pagar pensión ni nada de nada. Pronunciando tres veces la palabreja, divorcio consumado. Y hasta se permite hacerlo por guasap o por skype. Las mujeres masai, en África, son acogidas por primera vez en casa de los parientes de su futuro esposo con insultos y estiércol. Simboliza la vida difícil que comienza. En Mauritania, engordan como si fueran pavos a las niñas y mujeres, porque es una vergüenza ser delgada. Una vergüenza. Por ello, es tan importante para las niñas ser gorda que quienes son delgadas son enviadas a un campamento de verano para subir de peso. Tan sana costumbre es conocida como “leblouh”, e incluye el vomitar para seguir comiendo.. La tradición mauritana dice que el tamaño de una mujer indica el espacio que ocupa en el corazón de su marido.
          Qué bonito. Y no os digo nada de los pies vendados de las chinas o los cuellos de las mujeres jirafa, o la infibulación, la mutilación genital para proporcionar mayor placer al marido y salvaguardar la virginidad. Como manda la tradición.
          No he encontrado ningún uso o costumbre similar pero en masculino; nada que los obligue a ser puros, a estirar el cuello o encoger los pies, a embellecerse para nosotras, o a darse por divorciado a través del ciberespacio, o a ser obligado a casarse con una señora de avanzada edad para pagar deudas familiares.
Igual hay que olvidarse de algunas tradiciones. O mejor, crear otras nuevas que perduren por los siglos de los siglos. Y esta vez, en femenino.

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