No está claro de dónde proviene el
término. Unos dicen que de Tertuliano de Cartago, padre de la Iglesia allá por
el siglo III; y al parecer, polemista de categoría; otros afirman que puede
nacer de “tres Tulios”, en referencia a Marco Tulio Cicerón, lo más entre los
oradores. En cuanto a las tertulias, han existido siempre, son tan españolas
como la siesta y a menudo, como en las
reuniones literarias, han dado buenos frutos.
Pero como tantas
cosas, ni las tertulias ni los tertulianos son lo que eran. Las antiguas ágoras
de debate, los centenarios cafés, y hasta los Parlamentos, si me apuran, se han
transformado, con cuatro focos y poco más, en platós de televisión; los sesudos
sabios que pretendían cambiar el mundo, son ahora señores y señoras que hablan de
todo a voces, que se indignan y se marchan (vuelven enseguida, que la pela es
la pela), se insultan y luego comen juntos e incluso, si la ocasión lo merece,
opinan hoy justo lo contrario que ayer.
Son opinadores
profesionales. No hace falta que sean periodistas. De hecho, no lo son en su
mayor parte. Ni que sean economistas si opinan de economía, o médicos si hablan
de salud, o profesores si el tema a debatir es la Educación. Saben de todo y,
sobre todo, saben gritar cuando les faltan argumentos.
Han crecido como setas, casi al mismo ritmo en que están desapareciendo los
periodistas. Están en todos los canales, en todas las emisoras, en mil y una
tertulias. Invaden espacios que, por razones lógicas, corresponden a la
información y no informan de casi nada. Sólo dan su opinión e intentan
convencernos de que es la buena, la única, la real. Para eso les pagan. Y de
cuando en cuando, por los de un signo político, nos enteramos de cuánto cobran
los del otro. O viceversa. Nos indignamos, por supuesto, y decimos eso de vaya
sueldo por decir cuatro chorradas.
Y echamos de menos aquello que nos enseñaban en la Universidad, diferenciar
claramente la información de la opinión. Una cosa era lo que pasaba, y otra, lo
que el periodista opinaba del hecho concreto. Pero eso ya es Historia. Ahora se puede elegir entre tertulianos de
derechas y de izquierdas con sólo cambiar de canal; la información es lo de
menos. El juego es saber qué dirán de la noticia los unos y los otros.
Es lo que toca, elegir tertulianos, y hacerlo bien.. En Macondo, para don Apolinar Moscote, miembro efectivo del
partido conservador, los liberales “eran masones; gente de mala índole,
partidaria de ahorcar a los curas, de implantar el matrimonio civil y el
divorcio. Los conservadores, en cambio,
“eran los defensores de la fe de Cristo, del principio de autoridad, y no
estaban dispuestos a permitir que el país fuera descuartizado en entidades
autónomas” .
Y el coronel Aureliano Buendía que
afirmaba que “si hay que ser algo, sería liberal, porque los conservadores son
unos tramposos”, termina constatando que “la
única diferencia actual entre liberales y conservadores, es que los liberales
van a misa de cinco y los conservadores van a misa de ocho" .
Una vez más, chapó.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Antonio. Cuanto tiempo sin verte por estos lares ¿Todo bien?
ResponderEliminarMuy acertados tu y el coronel
ResponderEliminarYo, no sé. El coronel, siempre.
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