Está a la izquierda. O eso dicen,
aunque creo haber leído algún caso de corazón situado a la derecha. No en
sentido metafórico. En el anatómico, en el real. Sea como sea, en Macondo cada
cual tiene el corazón donde quiere, que el lugar es lo de menos. Lo importante
es tener la mente, los sentimientos, la humanidad, en línea con el corazón. De
su lado.
Y justo es lo
que echamos en falta. Bueno eso, y la falta de entrañas, que tendrá su espacio
en otro momento. Ya sé que el corazón es un músculo tonto que ni siquiera
duele, ni tiene la forma almibarada y el rojo encendido que vemos en los
mensajes de amor. Ni alberga las pasiones, ni la ternura, ni el rencor.
Pero vamos a
ser clásicos, y en estos tiempos de corazón encogido, o “sobrecogido”, por
hacer la broma fácil, admitamos que en él residen los buenos sentimientos, y pongámonos
todos del mismo lado. Sea cual sea.
El lado del
corazón es el que hoy por hoy debiera albergarnos a todos. Un gran pacto contra el paro, otro para frenar
los desahucios, otro contra la corrupción, otro por la solidaridad y uno más
por el futuro. Sin excepciones, sin “y tú más” o “eso ya lo había dicho yo”. Sin
“anda que tu…” Sin partidos y con todos ellos, sin sindicatos y con todos los
trabajadores, sin empresarios, sin bancos, sin agentes sociales. Sólo con
personas, alineadas en una u otra parte, pero con el corazón en el mismo lado.
No se puede
entender que cuando todo se desmorona unos y otros busquen posiciones, se
aferren a su espacio, se amontonen en la izquierda o la derecha y dejen en
medio un inmenso hueco, un precipicio por el que se nos escapa el presente y el
futuro sin posibilidad de rescate.
No me vale que
un partido presente un documento y otro lo avale, aunque sea a regañadientes.
No sirve mientras haya empresarios frotándose las manos por los “brotes verdes”
de la reforma laboral, y contratando becarios sin sueldo; no valen los 50 euros
para emprendedores (la bromita tiene tela), ni la presunta Banca saneada, ni la
prórroga del subsidio de hambre. Ni los huesos que nos arrojan de cuando en
cuando para que parezca que se preocupan por nosotros y nuestras necesidades.
Solo vale
estar del mismo lado. Estando juntos se ve claro quien pasa hambre y quien
cobra miles de euros al mes; quien tiene frío y quien se tapa con pieles, quien
llora y quien ríe, quien está en el suelo y quien en el cielo.
Llevamos
demasiado tiempo en sitios distintos, y así nos va. Es hora de recomponer el
corazón partío y de ponernos en el mismo
lado. Y de apartar a los que tienen una piedra en lugar del músculo, a los que
hablan de sacrificios sin que les pase por la cabeza renunciar al mínimo
privilegio.
Es hora de
cambiar las reglas del juego, antes de que llegue el infarto definitivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario