En sólo una semana, en unos pocos
días, hemos pasado de la mofa y el
menosprecio a la preocupación más severa. Hemos cambiado radicalmente el tono
de las charlas y los comentarios cuando nos referíamos a los “reconquistadores”
de la ultraderecha, de burlarnos de la imagen del líder a caballo a querer
montarnos en el más rápido para salir huyendo, no sabemos hacían dónde.
Tras una de las muchas conversaciones
habituales desde el pasado domingo, pesimistas a menudo, y melancólicas siempre, en las que empezamos a dar muchas cosas por perdidas, y a hablar de tiempos
pasados indudablemente mejores, me ha venido a la cabeza la famosa fase de la
película Blade Runner. Ya sabéis esa de "Yo
he visto cosas que vosotros no creeríais…Todos esos momentos se perderán en el
tiempo... como lágrimas en la lluvia”. Roy Batty podría estar presente
en cualquiera de las reuniones actuales de amigos, vecinos, familia, en las que
hablamos y hablamos para concluir con que hemos dejado demasiadas cosas en el
camino. Y que tenemos la certeza de que nos costará volver a encontrarlas, si
es que las encontramos.
Hace tan solo unos días, hablábamos de
oras cosas. De problemas, por supuesto, que esos existen en todo tiempo y
lugar. Y que a veces apretaban, pero no asfixiaban. Ahora, además de
desconcertados, nos sentimos ahogados, como si el aire se hubiera espesado de
momento y no encontrara el paso hacia nuestros pulmones.
Y es que ahora las lágrimas en la lluvia
son demasiadas. Ya habíamos perdido en el tiempo muchas cosas, tantas que nos costaba
trabajo creerlas cuando intentamos, sin éxito, enumerarlas. Pero quedaba la
esperanza en el ser humano, en su capacidad de regenerarse para no repetir
errores, para distinguir la raya del horizonte, para pisar suelo firme sin
perder de vista el ansiado cielo. Para
no volver a los periodos más oscuros de la Historia.
En una semana, ya son lágrimas en la
lluvia la alegría de votar sintiéndonos dueños de nuestro mañana, de defender
la democracia con uñas y dientes; de abrazarnos a la Constitución como libro de
cabecera, con la llave de los tesoros de nuestra vida, la igualdad, la
justicia, la convivencia…, de justificar el sistema como el menos malo, de
sentirnos europeos, de pensar que vivíamos en el mejor lugar posible del
planeta.
Hemos visto cosas que casi no creemos, y que nos
amenazan con que, desde ahora, hablemos de ayer mismo como si contáramos batallitas del abuelo Cebolleta. Se nos ha helado
en los labios la risa que nos daba ver al líder de Vox vestido de Don Pelayo, o
a unas decenas de personas cantando el Novio de la Muerte en un mitin, o a
algún “iluminado” explicando que España tiene que volver a ser una, grande y
libre. Si autonomías que estorben. O que las perversas mujeres quieren pasar
por encima de la autoridad de los hombres, que han mandado de toda la vida de
Dios.
Ya son lágrimas en la lluvia muchas
cosas. Incluso que, a veces, se lloraba de alegría.
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