Alguno
tiene que ser, y no estaría mal que fuera el que nos aprestamos a comenzar, el
2019. No sé si es porque he cumplido un año más, por la proximidad de las
elecciones, por las malas noticias que periódicamente llegan de las cumbres del clima, o por otras cosas que,
en el plano de lo personal, han removido mi espacio vital y lo han hecho un
poco menos habitable. O quizá sea tan sólo por ese estado de ánimo que nos deja
el final de algo, del año, en este caso, que ha puesto de manifiesto el
lamentable estado del planeta que habitamos.
El
caso es que me ha dado por pensar que hay que refundar el mundo. Que este no
nos vale, y que no tiene arreglo visible. Es más, va a peor. No me apetece nada
seguir viendo una mala película en la que las imágenes son o planas o
terribles, y la banda sonora la componen ruido de bombas, llantos y lamentos
mezclados con el tintinear del dinero en bolsillos inaccesibles y mensajes que
ponen los pelos de punta y nos remontan a un pasado infinitamente peor.
Tiene
que llegar la refundación para que
podamos pisar suelo firme, y para que del cielo vuelva a caer agua limpia y no
lluvia ácida; para que el Mediterráneo vuelva a ser mar y no cementerio, para que
corran los ríos y retorne el color verde a los montes quemados, para que la
nieve no abandone las cumbres, su residencia habitual, la arena no deje el
desierto, su casa, e invada terreno ajeno, y el sol caliente lo justo, sin
incendiar la tierra.
Tal
vez, en un mundo nuevo, veamos las cosas de otra forma. Con otra luz, con un
aire limpio, igual vemos más claros todos los males que hay que desterrar, la
pobreza, la desigualdad, las guerras, las intransigencias, el creciente poder
de los mercados y el poder asfixiante de los mercaderes, la tiranía de los
dioses, se llamen como se llamen, que han olvidado conceptos como paz,
solidaridad, generosidad, convivencia, justicia, amor…Los números, que han
sustituido a las palabras, y los apuntes contables, que han acabado con la
poesía.
Hay
que empezar de cero. Refundar el mundo como hizo el primer Buendía cuando fundó
Macondo pensando de tal modo la posición de las casas, que desde todas podía
llegarse al río y abastecerse de agua con igual esfuerzo, y trazando las calles
con tan buen sentido que ninguna vivienda recibía más sol que otra a la hora
del calor. Y en pocos años, fue un pueblo ordenado y laborioso. Y hasta
razonablemente feliz.
Claro
que luego llegó el diluvio, y hubo epidemias, y que la compañía bananera se
marchó del pueblo, y los pájaros muertos caían del cielo. Y hubo guerras. Pero
fue después de muchos años de soledad. Los años que estamos viviendo.
Ha
sido bonito mientras lo escribía. Habrá elecciones, y seguiremos discutiendo
sobre el calentamiento del planeta, no acabará la guerra en Siria y el Mare
Nostrum seguirá siendo última morada de centenares de refugiados que también
buscan otro mundo; y habrá ricos más ricos y pobres más pobres. Y seguirán avanzando
los partidos políticos con mensajes que nos erizan el vello, porque nos remontan
a mundos pasados mucho peores que este. Y todos intentaremos sobrevivir en
estos tiempos que nos han tocado vivir.
Hace
un par de años, por estas fechas, nos contaron que se había descubierto una nueva
estrella. Cervantes, la llamaron, con cuatro planetas bautizados como Quijote, Rocinante, Sancho y Dulcinea. No
sería mala idea para volver a empezar, para poder dejar este mundo de “cuerdos”
y refundar otro en el que las divinas locuras del Hombre de la Mancha fueran
Ley.
Pero
creo que Cervantes no es habitable. A pesar de todo, Feliz Año Nuevo.
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