Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

jueves, 27 de diciembre de 2018

Desde Macondo. EL AÑO DE LA REFUNDACIÓN

Alguno tiene que ser, y no estaría mal que fuera el que nos aprestamos a comenzar, el 2019. No sé si es porque he cumplido un año más, por la proximidad de las elecciones, por las malas noticias que periódicamente llegan de  las cumbres del clima, o por otras cosas que, en el plano de lo personal, han removido mi espacio vital y lo han hecho un poco menos habitable. O quizá sea tan sólo por ese estado de ánimo que nos deja el final de algo, del año, en este caso, que ha puesto de manifiesto el lamentable estado del planeta que habitamos.
          El caso es que me ha dado por pensar que hay que refundar el mundo. Que este no nos vale, y que no tiene arreglo visible. Es más, va a peor. No me apetece nada seguir viendo una mala película en la que las imágenes son o planas o terribles, y la banda sonora la componen ruido de bombas, llantos y lamentos mezclados con el tintinear del dinero en bolsillos inaccesibles y mensajes que ponen los pelos de punta y nos remontan a un pasado infinitamente peor.
          Tiene que llegar la refundación  para que podamos pisar suelo firme, y para que del cielo vuelva a caer agua limpia y no lluvia ácida; para que el Mediterráneo vuelva a ser mar y no cementerio, para que corran los ríos y retorne el color verde a los montes quemados, para que la nieve no abandone las cumbres, su residencia habitual, la arena no deje el desierto, su casa, e invada terreno ajeno, y el sol caliente lo justo, sin incendiar la tierra.
          Tal vez, en un mundo nuevo, veamos las cosas de otra forma. Con otra luz, con un aire limpio, igual vemos más claros todos los males que hay que desterrar, la pobreza, la desigualdad, las guerras, las intransigencias, el creciente poder de los mercados y el poder asfixiante de los mercaderes, la tiranía de los dioses, se llamen como se llamen, que han olvidado conceptos como paz, solidaridad, generosidad, convivencia, justicia, amor…Los números, que han sustituido a las palabras, y los apuntes contables, que han acabado con la poesía.
          Hay que empezar de cero. Refundar el mundo como hizo el primer Buendía cuando fundó Macondo pensando de tal modo la posición de las casas, que desde todas podía llegarse al río y abastecerse de agua con igual esfuerzo, y trazando las calles con tan buen sentido que ninguna vivienda recibía más sol que otra a la hora del calor. Y en pocos años, fue un pueblo ordenado y laborioso. Y hasta razonablemente feliz.
          Claro que luego llegó el diluvio, y hubo epidemias, y que la compañía bananera se marchó del pueblo, y los pájaros muertos caían del cielo. Y hubo guerras. Pero fue después de muchos años de soledad. Los años que estamos viviendo.
          Ha sido bonito mientras lo escribía. Habrá elecciones, y seguiremos discutiendo sobre el calentamiento del planeta, no acabará la guerra en Siria y el Mare Nostrum seguirá siendo última morada de centenares de refugiados que también buscan otro mundo; y habrá ricos más ricos y pobres más pobres. Y seguirán avanzando los partidos políticos con mensajes que nos erizan el vello, porque nos remontan a mundos pasados mucho peores que este. Y todos intentaremos sobrevivir en estos tiempos que nos han tocado vivir.
          Hace un par de años, por estas fechas, nos contaron que se había descubierto una nueva estrella. Cervantes, la llamaron, con cuatro planetas bautizados como Quijote, Rocinante, Sancho y Dulcinea. No sería mala idea para volver a empezar, para poder dejar este mundo de “cuerdos” y refundar otro en el que las divinas locuras del Hombre de la Mancha fueran Ley.
          Pero creo que Cervantes no es habitable. A pesar de todo, Feliz Año Nuevo.

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