Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

martes, 5 de mayo de 2015

Desde Macondo. PALABRAS POLISÉMICAS


Una palabra polisémica es la que tiene más de un significado. Al menos, cuando yo estudiaba, que ahora las cosas han cambiado mucho. Aún me acuerdo de los ejemplos: cabo, como accidente geográfico, como mando militar o como final de una cuerda; y cresta, de gallo o de una ola; y sierra, instrumento de carpintero o sucesión de montañas. Y muchas más, que la lengua de Cervantes, sin recortar, es infinita.
Y os preguntaréis qué tiene que ver la polisemia en este Macondo que habito cada día. Pues ya veis, me ha venido a la cabeza escuchando las últimas cifras del paro, esas por las que muchos siguen aplaudiéndose a sí mismos y que otros analizan con reticencias. Según se mire, todos tienen razón. Más de cien mil personas ya no están en las listas del INEM. Por varias razones, puede que se hayan marchado, que se hayan aburrido o que se hayan muerto, pero, en principio, es porque han encontrado un puesto de trabajo. Y ahí entra la polisemia.
Trabajo, según el diccionario, es una ocupación retribuida; es también esfuerzo humano aplicado a la creación de riqueza (en contraposición a capital). Puesto, es el lugar o sitio señalado para la ejecución de algo.
Nada se dice de tiempo, ni de salario, ni de condiciones. Puesto de trabajo puede referirse a seis horas semanales, a doscientos euros, a fines de semana interminables a cincuenta euros la jornada, a minijobs, a retribución que te permite comer, o pagar el alquiler o la hipoteca, a independizarte, a sobrevivir, a emprender un proyecto de vida, a ser becario hasta los cuarenta y, por supuesto, a prestar servicios por debajo de ese salario mínimo que dónde andará.
Todo eso y mucho más cabe en la fría cifra de reducción de los inscritos en las oficinas de empleo, en las que no están todos los que son. Aunque la noticia sea que no haya subido el paro.
Hasta ahí hemos llegado. Hemos llegado al punto de cambiar el significado de las palabras para llamar puesto de trabajo a lo que antes sería un mero complemento, una actividad al margen para sacarse unas perrillas adicionales. A trocear la jornada de 8 horas, que tanto costó conseguir, en innumerables jornaditas de un par de horas y por una propina. O menos, que a lo largo de la Historia, han sido millones los que han prestado sus servicios por la comida y el alojamiento, y eso también era trabajo.
La maldita crisis que ha puesto el mundo al revés, ha cambiado también el significado de las palabras. Hemos olvidado, a fuerza de no usarlos, términos como justicia o dignidad para sustituirlos por resignación y supervivencia. O para cambiar vergüenza por satisfacción y mentira por parabienes.
En Macondo, cuando la peste del olvido, hubo que etiquetar todas las cosas para no olvidar su significado. Tal vez todavía estemos a tiempo.
 
 

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