Entre datos de
elecciones, análisis sesudos y tonterías varias, se me cuela una noticia cuando
menos, curiosa. Un equipo de científicos brasileños ha demostrado por primera
vez que es posible entrenar las partes del cerebro asociadas con la empatía,
concretamente con la ternura y el afecto, mediante el uso de técnicas de
escaneado. Es decir, que se puede entrenar al cerebro para llenarnos de humanidad, de compasión,
para que no nos sea indiferente el dolor de nuestros semejantes, para ponernos
en el lugar del otro…
Como en Blade Runner,
cuando los cazadores de recompensas se afanan en diferenciar humanos de
androides mediante un test con el que miden la ternura, el afecto y otros
sentimientos hacia los demás. Menuda noticia. Se me agolpan en la cabeza los
nombres de todos los “replicantes” que metería yo en la maquinita de marras, en
la “caja de empatía” como la llaman. en la película.
Y esto, cuando sólo han
pasado cuatro días desde las elecciones, cuando volvemos a tener escalofriantes
datos sobre la pobreza en nuestro país y cuando el Fondo Monetario
Internacional (que Dios confunda), acaba de “recetarnos” bajada de salarios y
subida de impuestos. Y cuando los que han ganado se aprestan a seguir
blandiendo las tijeras, porque se sienten legitimados para ello. Mientras
entonan los monótonos y cansinos cánticos sobre la recuperación. La suya,
claro.
Son como los replicantes
de la película. Igualitos a las personas de carne y hueso, casi imposibles de
distinguir, salvo por la imposibilidad de empatizar con los demás, de que les
duela tu dolor, les asuste tu miedo, les congele tu frío o tu hambre les deje
un vacío en el estómago. O tus lágrimas corran por sus mejillas.
Aunque aún sea casi
ciencia-ficción, no estaría mal tener una de estas cajas de empatía antes de ir
a votar, de poner nuestro destino en manos de unos o de otros. Así nos ahorraríamos
la úlcera y el cabreo de escuchar cada día que tenemos que sacrificarnos, que
estamos saliendo del túnel, que el esfuerzo ha sido duro pero ha merecido la
pena…No lo dirían si no fueran androides, replicantes, iguales en apariencia a
nosotros, pero incapaces de ponerse en nuestro lugar.
Me encantaría meterlos
en la máquina para que compartan miedos, bolsillos vacíos, angustias por el
futuro propio y el de los hijos, desempleo, salarios de risa, impuestos de
llanto, para que cambien traje y corbata por mono de trabajo, piso de lujo por
pisito amenazado de desahucio, universidad privada por estudios abandonados
ante la imposibilidad de afrontar las tasas, pensiones de escándalo por
pensionistas de 400€ que se les van en medicinas copagadas.
Se parece mucho la
Humanidad que presenta la película, deshumanizada e inmersa en una crisis de
valores, con la que estamos “disfrutando” en estos momentos. Y se parecen más
nuestros dirigentes a esos androides capaces de pasar por encima de todo sin
inmutarse. Quizás ha sido siempre así, aunque nunca lo hayamos percibido con
tanta crudeza. Igual hay que invertir esfuerzos en ciencia que nos devuelva la
humanidad perdida.
Porque hubo un tiempo en
que las cosas eran distintas, en que no había una cifra tan escandalosa de
“desiguales”. En el que creíamos, de verdad, que entre todos estábamos
construyendo una sociedad de humanos y para humanos. Sin androides fríos e
incapaces de conmoverse.
Vuelvo a Blade Runner, y
al estupendo monólogo final: “Yo he visto
cosas que vosotros no creeríais (…) Todos esos momentos se perderán en el
tiempo... como lágrimas en la lluvia.
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