Tolerante como soy, un poco
simple (de puro buena), también y
siempre dispuesta a dejarme convencer de aceptar pulpo como animal de compañía,
a comer yogures caducados y hasta a ducharme con agua fría por aquello de
ahorrar, he intentado, lo juro, tragarme eso de que el ex-ministro Cañete estaba
cansado cuando tuvo la alucinación esa de sentirse superior intelectualmente a
las mujeres. Y no es tarea fácil, porque las alucinaciones las producen las
drogas, o una buena borrachera… Pero vale. .
Igual el
pobre había dormido poco, o estaba sin comer. Igual fue un niño desgraciado, de
los que no pudo ir a la escuela y no le enseñaron eso de el hombre y la mujer
son iguales en derechos y deberes, que no hay amo sino compañero. Y que ambos
sexos tienen idéntica inteligencia y capacidades.
Poniéndome
en lo peor, tal vez se le instaló en el cerebro, como un alien, la idea esa de
que las rubias son tontas y no pudo evitar el decirlo. Pero yo soy morena. De
momento, que el look que triunfa es el de rubia y con mechas, y no descarto
nada. Ya estoy muy harta de perder siempre y los tintes hacen milagros.
Pues eso,
que lo he intentado, pero sin éxito. No ha pedido perdón, ni él, ni nadie de su
Partido, incluídas las mujeres. Y además, llueve sobre mojado, nunca mejor
traído, cuando nos comparó con los regadíos, “que le pueden perder a uno”. Y
hay más. Agazapada, hasta después de las elecciones, está la reforma del
aborto, que nos pone la bajo la sabia decisión de médicos o jueces (hombres,
seguro) para decidir sobre nuestro cuerpo, colocándonos en el ranking de las
más tontas de Europa. No seré muy lista, pero presumo de buena memoria, y ahí,
en un rinconcito, está escondida la frasecita de la ministra de Sanidad contando
eso de que la falta de varón no es problema médico, para hurtar la reproducción
asistida a las lesbianas. Y la feliz idea de sacar de la lista de maltratadas a
las mujeres que no requirieran hospitalización, vamos, que sólo se hubieran
llevado unos empujones o un par de bofetadas, por aquello de maquillar las
estadísticas.
No me olvido
de Gallardón y su sentencia: “La maternidad es la que hace a las mujeres
auténticamente mujeres”. Horror, no soy madre. Encima de tonta y morena,
tampoco soy una mujer de verdad. Ya me diréis como afronto el resto de mis
días, más falsa que un duro de madera, y sin saber qué hacer con mis libros, mis
más de trescientos pares de pendientes (todos bisutería), y con las barras de
labios, y las sombras de ojos, y los tacones (pocos), y con la lencería
"íntima", por usar un lenguaje apropiado. Y con las cremas, que son
carísimas, no las voy a tirar.
Es verdad
que todos sabemos que primero Dios creó el cielo y la tierra, y luego el
hombre, y los animales, y ya, si eso, y con un trocito que le sobraba, hizo a
la mujer. Pero yo hasta ahora creía que era una metáfora, algo de los libros de
Historia sagrada, no de verdad. Ay, ignorante. Mujer, al fin y al cabo.
Pero vuelvo
a Cañete. Pobrecito. Tan cansado… Se me ocurre que bien podría invitarle a unas
vacaciones en Macondo, donde todas las mujeres son rotundas y diferentes, desde
la omnipresente Úrsula, que dirige con
mano de hierro a siete generaciones de Buendías; a la exuberante Petra que
multiplica la vida por donde pasa, o Sofía de la Piedad que sólo existe en el
momento preciso; o Amaranta, que elige morir virgen, o Remedios, que asciende a los cielos tras haber
llevado a la muerte a todo varón que la pretendiera. Felices o desgraciadas.
Acompañadas o eternamente solas. Mujeres.
Una vez más, chapó (escrito así, en castizo).
ResponderEliminarUn abrrazo.
Gracias, Antonio ¿Ya has vuelto de las tierras del Norte?
EliminarAsí es; por aquí andamos.
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