Ahora sí que sí, como
en Macondo cuando la peste del olvido, vamos a tener que etiquetar las verdades
para acordarnos de que existen, aunque ya casi no las reconozcamos.
Tendremos que poner
cartelitos que certifiquen que recorte es recorte, y no ajuste; que el rescate
va a los Bancos y no solucionará nuestra hipoteca, ni mucho menos el hambre;
que quienes protestan son muchos más de 4,500; que mayoría silenciosa no es
sinónimo de mucha gente contenta, que las aulas masificadas y el profesorado
minimizado no significan mejora de la calidad de la enseñanza y que los
hospitales cerrados, los médicos y enfermeras despedidos, no son, como nos
cuentan, optimización de los recursos. Y que los sacrificios no nos conducen al
paraíso, que vaya usted a saber si existe, y sí al infierno en la Tierra.
Tal vez haya que
aprender sanscrito, como Aureliano Buendía, en su tarea de descifrar los
pergaminos de Melquiades, para certificar que existió un mundo mejor, y que no
todos lo vivimos por encima de nuestras posibilidades. Tenemos que
autoconvencernos de que alguna vez contaron con nosotros, que explicaron
momentos y situaciones, que lo hicieron con la verdad y que fueron recriminados
por los medios y la sociedad cuando faltaron a su palabra. Porque en eso
consistían las reglas del juego.
Y cuesta, no crean. No
es fácil traducir que baja la partida de becas cuando en una pomposa
comparecencia pública nos dicen que suben; o tranquilizar a los pensionistas
que ven que no se refleja en papel lo que han
contado en la tele; o a los parados, que leen en el BOE el fin de las
ilusiones que ha creado la ministra de turno. O al desahuciado por el banco que
tiene que pagar “a escote” el famoso rescate a las instituciones financieras.
Siempre es mejor la
verdad, por dura que sea. La mentira conduce al mismo sitio-la desesperanza-,
pero nos hace recorrer un camino innecesario de tristeza, indignación, pérdida
de autoestima, vulnerabilidad y miedo. Nos empuja de cabeza a la dura condena
de cuestionar todo lo que nos cuentan, de desconfiar de todo, de vivir en el
recelo y en la angustia ¿Qué habrá querido decir? ¿Será verdad esta vez? ¿Ha
dicho construcción, luego es destrucción? Hablan de pasos hacia el futuro ¿Será
regreso al pasado?
Es una crueldad
gratuita, no sé con qué fines, decir las verdades a medias o simplemente
mentir, y esperar que nos enteremos de las realidades por la prensa extranjera,
por comisarios europeos, ministros finlandeses, hombres de negro divisados
fugazmente, o sesudos analistas del
Fondo Monetario Internacional.
Y mientras aquí como
bobos, poniendo cartelitos para recordar que la verdad existe y que nos la
hurtan, intentando mantener a flote lo que somos, o lo que un día fuimos,
personas capaces de analizar, de entender, de ser adultos y no niños a los que
hay que endulzar la píldora con azúcar, o simplemente contarles que es una
gominola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario