Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

jueves, 4 de octubre de 2012

Desde Macondo. OLVIDOS Y MENTIRAS

       Ahora sí que sí, como en Macondo cuando la peste del olvido, vamos a tener que etiquetar las verdades para acordarnos de que existen, aunque ya casi no las reconozcamos.
       Tendremos que poner cartelitos que certifiquen que recorte es recorte, y no ajuste; que el rescate va a los Bancos y no solucionará nuestra hipoteca, ni mucho menos el hambre; que quienes protestan son muchos más de 4,500; que mayoría silenciosa no es sinónimo de mucha gente contenta, que las aulas masificadas y el profesorado minimizado no significan mejora de la calidad de la enseñanza y que los hospitales cerrados, los médicos y enfermeras despedidos, no son, como nos cuentan, optimización de los recursos. Y que los sacrificios no nos conducen al paraíso, que vaya usted a saber si existe, y sí al infierno en la Tierra.
      Tal vez haya que aprender sanscrito, como Aureliano Buendía, en su tarea de descifrar los pergaminos de Melquiades, para certificar que existió un mundo mejor, y que no todos lo vivimos por encima de nuestras posibilidades. Tenemos que autoconvencernos de que alguna vez contaron con nosotros, que explicaron momentos y situaciones, que lo hicieron con la verdad y que fueron recriminados por los medios y la sociedad cuando faltaron a su palabra. Porque en eso consistían las reglas del juego.
      Y cuesta, no crean. No es fácil traducir que baja la partida de becas cuando en una pomposa comparecencia pública nos dicen que suben; o tranquilizar a los pensionistas que ven que no se refleja en papel lo que han  contado en la tele; o a los parados, que leen en el BOE el fin de las ilusiones que ha creado la ministra de turno. O al desahuciado por el banco que tiene que pagar “a escote” el famoso rescate a las instituciones financieras.
       Siempre es mejor la verdad, por dura que sea. La mentira conduce al mismo sitio-la desesperanza-, pero nos hace recorrer un camino innecesario de tristeza, indignación, pérdida de autoestima, vulnerabilidad y miedo. Nos empuja de cabeza a la dura condena de cuestionar todo lo que nos cuentan, de desconfiar de todo, de vivir en el recelo y en la angustia ¿Qué habrá querido decir? ¿Será verdad esta vez? ¿Ha dicho construcción, luego es destrucción? Hablan de pasos hacia el futuro ¿Será regreso al pasado?
      Es una crueldad gratuita, no sé con qué fines, decir las verdades a medias o simplemente mentir, y esperar que nos enteremos de las realidades por la prensa extranjera, por comisarios europeos, ministros finlandeses, hombres de negro divisados fugazmente,  o sesudos analistas del Fondo Monetario Internacional.
       Y mientras aquí como bobos, poniendo cartelitos para recordar que la verdad existe y que nos la hurtan, intentando mantener a flote lo que somos, o lo que un día fuimos, personas capaces de analizar, de entender, de ser adultos y no niños a los que hay que endulzar la píldora con azúcar, o simplemente contarles que es una gominola.

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