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jueves, 5 de julio de 2012

Desde Macondo. CARIDAD


Cada día me resulta más inquietante la proliferación de discursos  paternalistas, comprensivos, caritativos… Estamos entrando en el peligroso terreno de sustituir la justicia social por las limosnas.  Ya saben eso de que la caridad es vertical, siempre se hace de arriba abajo, mientras que la solidaridad es horizontal, es entre iguales.

Puede hacernos sentir muy bien regalar la ropa que sobra en los armarios, la que ha pasado de moda o nos recuerda tiempos en que los años y las penas no se acumulaban en la cintura; o regalar el kilo de garbanzos, o la botella de aceite. Todo eso está muy bien, y es indudable que ayudan a paliar situaciones muy graves. Y por supuesto ayuda a mantener esta falsa paz social, a que no se rebelen los hambrientos y los excluidos, a que los desesperados aguanten unos días más su desesperación.

Aplaudo, como todos, a Cáritas, a Cruz Roja, a las asociaciones de todo tipo que, con más o menos publicidad sobre sus bondades,  están ahí  día a día, a los voluntarios que dejan su tiempo  y su energía en una labor tan ingrata. Nada que objetas. O sí, pero no viene a cuento.

He empezado hablando de caridad, una virtud cristiana que el diccionario define además como “Limosna que se da, o auxilio que se presta a los necesitados”.

Y esto es lo que me rebela. Limosna. Cada vez que sale un gobernante pidiendo sacrificios, o diciendo eso de  “vamos a hacer lo posible para que  nuestros niños más necesitados puedan comer”, se me revuelven las tripas, especialmente teniendo en cuenta que son ellos los quen han quitado las becas de comedor. O cuando hablan de que harán lo posible para que el dinero que adelantan los pensionistas por medicamentos se devuelva antes de seis meses. Qué caritativos, y qué poco solidarios. Qué desesperante es ver cómo desde arriba se reparten limosnas, y no poder tirárselas a la cara, porque son necesarias para comer.

Me intriga saber de qué pasta hay que estar hecho para aparecer pidiendo sacrificios y, acto seguido, decir que se intentará que los niños puedan comer.  Y todo eso, desde el cómodo sillón-despacho-coche y con cara de pena. De comprender lo que para ellos es incomprensible. Nadie quiere caridad, quieren justicia.

Y para no ser infiel al autor que me llevó a Macondo, una frase de García Márquez que grabé en mi corazón hace muchísimos años: “Un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse”.

3 comentarios:

  1. Breve y con claridad meridiana. Me quedo con la frase de Gabriel García Marquez que no conocía

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  2. Gracias. Es una frase preciosa, y que procuro aplicar en mi vida diaria.

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