Recuerde el alma dormida,/avive el seso y despierte/contemplando/cómo se pasa la vida,/cómo se viene la muerte/tan callando,/cuán presto se va el placer,/cómo, después de acordado,/da dolor;/cómo, a nuestro parecer,/ cualquiera tiempo pasado fue mejor./Pues si vemos lo presente/ cómo en un punto se es ido/ y acabado,/ si juzgamos sabiamente,/daremos lo no venido/por pasado. (Jorge Manrique)
La parte de mi que se aferra a la vida, la que tenemos todos y que se suele llamar instinto de supervivencia, me lleva a hacer broma del drama y chiste de lo que no tiene gracia. Cómo se viene la muerte...Con un espectacular aumento del IVA en servicios funerarios. Cuanto penar para morirse uno, que diría Miguel Hernández.
Pero el lapsus irónico es fugaz. Como un espejismo de este desierto que me acoge, como un minúsculo oasis en el mar de arena. A la espalda, la vida. Delante, la inmensidad de la incertidumbre y la angustia; y aquí mismo, más arena inquieta amenazando con ceder bajo mis pies.
Sólo hay pasado, cualquiera tiempo pasado, que fue sin duda mejor. Ya era imposible vislumbrar el futuro, y han arremetido contra el presente. Tampoco existe. Sólo el dolor de placeres antiguos y la añoranza de lo no venido.
Y de la alegría. Y de cuando los momentos felices no eran espejismos fugaces, sino parte considerable de nuestro vivir cotidiano. De cuando se hacían planes, se preguntaba por la salud y se conjugaban todos los tiempos verbales, el pasado, el presente, el pretérito, el futuro perfecto y hasta el pluscuamperfecto.
Me duele la insensibilidad, el "quesejodan", el no quitarme de la cabeza los miles de dramas particulares y las negras visiones del mañana. Me duelen los jóvenes sin horizonte y los de cualquier edad con su historia particular.
Pero me duele sobre todo conjugar la vida en pasado, con la certeza de que todo lo que viene será peor.
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