Tras
haber participado en más de treinta batallas y otras tantas insurrecciones;
tras haber engendrado un buen número de
hijos, los 17 aurelianos, y hasta haber
sobrevivido a su fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía se retiró a
Macondo, donde pasaba los días haciendo y deshaciendo pececitos de oro. Y
cuando el tiempo y los mosquitos lo permitían, se sentaba en la puerta de la
casa, sin otro quehacer que matar las horas.
“¿Cómo
está, coronel?” “Aquí, esperando que pase mi entierro”.
Y
así estamos. Esperando que pase algo. Unos, trabajando y esperando que dure.
Otros, inventando los días que parecen tener mucho más de 24 horas. Todos con
el miedo en el cuerpo, entre la esperanza y la desesperación, hablando de lo
que no entendemos. Pero con la imperiosa necesidad de no permanecer callados. Esperamos
los viernes, y los lunes. Y ahora ya, cualquier día de la semana. Hasta nos parece oír el sonido del teléfono,
en el fragor de la batalla. Esperamos que el entierro que pasa no sea el
nuestro. Que el muerto nos espere mucho tiempo, como se suele decir.
Hablamos
y hablamos para hacer más ligera la espera. De cuando en cuando miramos a
Europa, al brexit y esas cosas; pensamos mil soluciones, damos dos mil recetas.
Y
esperamos. No sabemos bien a qué. O a quien.
Como el coronel, fundimos las monedas que ganamos haciendo peces dorados
para seguir haciendo peces. Porque no se multiplican, aunque a veces, sólo a
veces, también esperamos un milagro.
Todo
está en compás de espera. Las vacaciones, las compras que ayer eran
imperiosamente urgentes, los planes de futuro, la vida…
Esperar
tiene algo de positivo. Esperanza. Pienso en los que ya no esperan nada. Si
acaso, que pase su entierro. Y me indigna que la vida siga, que pase por la
puerta de los desahuciados, los parados sin prestación, los ancianos que no
llegan a fin de mes, o los que han
dejado de comprar las medicinas para no gastar, que me consta que los hay.
La
alegría está en compás de espera. Con la esperanza y con el futuro. Y sentados
en la puerta los esperamos. A los tres.
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