O en Cataluña. Que lo mismo da y así
cambiamos de nombre, aunque vayamos de Oeste a Este de lo que todos (o casi) conocemos
como España. El caso es que con sobredosis del procés, de
aniversarios de referéndum o lo que fueren, de políticos presos (o presos
políticos, según quien hable), de huidos o exiliados (también hay versiones),
he llegado a la conclusión de que los protagonistas de este bombardeo de
noticias no están en Barcelona, ni en Gerona ni en Bélgica o en Suiza, ni en
las cárceles de turno. Están en Babia.
Y no en la “babia” de la leyenda
romántica, esa que se refiere a los pastores que, en plena trashumancia, y
añorando a las novias, las mujeres o su terruño, contemplaban absortos las
estrellas sobre los campos extremeños esperando impacientes el momento del
regreso.
Pero parece que la historia verdadera
del topónimo se refiere a los reyes de León, ya saben, los Ordoños, los Ramiros
y Alfonsos, que contaban con inmensas fincas de caza en las montañas, y que,
más a menudo de lo aconsejable, se perdían voluntariamente allí, se alejaban
del mundanal ruido de la Corte y de sus
responsabilidades como gobernantes. Estaban
en Babia, y no se enteraban de guerras, hambrunas, miserias y pestes. : El rey está en Babia.» y con esto daban a entender
que Su Alteza no quería saber nada de nada.
Pues eso. Los campos y las montañas son
ahora despachos, parlamentos, ayuntamientos, y organismos oficiales. Da igual
como se llamen. Todos son Babia. Y sus moradores, están en babia. Desde hace
tiempo, y por mucho tiempo.
Han decidido (y les hemos ayudado a
ello), aislarse del mundo, refugiarse en Babia, como reyes o pastores, que eso
da igual, con el cuerpo y la mente en otro sitio, bajando de cuando en cuando
para hacer una pomposa declaración, colgarse un lazo o presidir una
manifestación, una conmemoración, o, como es el caso de estos días, un
aniversario de lo que no fue.
A lo suyo, en su mundo, y sin tener en
cuenta que el mundo real está aquí, es el que habitamos, donde pasan cosas,
donde la gente está en paro, quiere cultura, quiere educación, quiere mantener
su ciudad, quiere progreso y quiere futuro, quiere respuestas que no sean “el alcalde, el president o el diputado
están en Babia”. Quiere que estén aquí con hechos y sin discursos vacíos.
Que vuelvan de Babia, se llame como se
llame ese lugar. Y se pongan a trabajar.
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