Mucho me temo que la cosa va a quedar en
nada. Ahora, que con los pelos de punta y las tripas revueltas por los
truculentos detalles que nos van contando gota a gota, clamamos por la
justicia, por la ruptura de relaciones, por la libertad de expresión ante todo,
no tenemos la cabeza clara para concluir que, a la vuelta de unos días, la vida
seguirá igual. Con una persona menos; con otro periodista silenciado. Pero
igual.
Los que a regañadientes han reconocido
que está muy mal lo que se ha hecho con este pobre hombre (sin mencionar la
palabra asesinato), los que han pedido tibiamente una investigación (ONU incluida),
y hasta los que han detenido a un puñado de actores secundarios de la horrible
película, marearán unos días más los papeles y luego, aquí paz y después
gloria, como se suele decir.
Y si se encuentran despedazado al
infortunado Jamal Khashoggi, nos contarán
que es el resultado de la autopsia que gratuitamente le hicieron para ahorrar
trabajo a los turcos. Eso sí, una autopsia muy diplomática. Lo de menos es que
el muerto estuviera vivo durante la disección, y que sonara una alegre música
para tapar el siniestro ruido de la sierra que al parecer usaron en la faena.
Tampoco importa mucho que fuera en un
consulado de un país extranjero, aunque igual si lo hubieran pensado un poco,
si no se hubieran creído absolutamente a salvo (que es lo que da el dinero, la
sensación de invencibilidad), lo hubieran hecho con más cuidado. Aunque el
resultado fuera el mismo. Un periodista menos, una voz silenciada.
Y hablando de voces, no he escuchado
ninguna, NINGUNA, que se haya planteado la ruptura de relaciones con Arabia Saudí.
Que sí, que vamos a investigar, que si se demuestra, habría que imponer
sanciones, que no está clara la relación del príncipe heredero, que igual fue
cosa de un descerebrado al que se le fueron la mano y la sierra…
Pero no por eso vamos a dejar de ser
amigos, que luego nos sube la gasolina o se nos van al cuerno sustanciosos
contratos para vender armas, hacer barcos, o trenes, o carreteras, o nos
quedamos sin los petrodólares precisos que traen los jeques a Marbella para que
este asqueroso mundo siga adelante. Y
sí, estoy pensando en los miles de hogares que viven gracias a ello, y en los
puestos de trabajo que pueden desaparecer. Pero también pienso en el periodista
Jamal Khashoggi y en si su sacrificio puede quedar impune. Si ha sido inútil.
Y no sé si quiero vivir en este mundo de
muerte donde las autopsias, por ser diplomáticas, pierden el tinte de
siniestralidad y se convierten en cosas que pasan en la vida. Circunstancias, y
nada que no se pueda solucionar con un tironcito de orejas, un par de desgraciados
en la cárcel (si no ahorcados, que en Arabia tienen la cuerda muy larga y la
pena de muerte goza de buena salud), un sustancioso contrato y hasta puede que
una rebajita en el barril de petróleo, por las molestias causadas.
Mientras seguimos aceptando pulpo como
animal de compañía y relaciones diplomáticas intocables con Arabia Saudí.
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