Sin abandonar Macondo, que me acoge amoroso aún en los peores
momentos, me interno en otros territorios de ficción-realidad, que para eso es
hoy el Día del Libro y nobleza obliga a reconocer méritos y buenos ratos a Don Miguel
de Cervantes y a William Shakespeare. Y por aquello de que la pérfida Albión
nos queda más lejos, y mi ADN está impregnado de la tierra roja de La Mancha,
de horizontes de molinos (que talmente parecen gigantes agitando los brazos) y
de muchas tinajas a la redonda, será hoy el genial manco quien visite este
espacio, saltando siglos, distancias y diferencias, que, a fin de cuentas, no
son tantas.
Había pensado yo hoy, por no despegarme de la realidad patria,
dedicar esta columna a recomendar lecturas a nuestros insignes gobernantes y
otros personajes y personajillos que se han instalado en nuestras vidas y no
hay forma de echarlos. Vamos, que me veía ya en plan maestrona mandando leer
libros de moral, de ética, hasta de geografía y de historia. Y de ortografía,
que falta les hacen a algunos. Pero como siempre, yo propongo y mi cabeza
dispone. Novelas Ejemplares. La “otra” obra de Cervantes, magníficas y
ensombrecidas por el libro de libros, por El Quijote.
Me he acordado de repente de esa España que aún seguía
recibiendo los dones del Imperio, que por supuesto no llegaban al pueblo; de la
España de la Iglesia rancia, del honor y la patria, tan alejada de otros países
en los que la reforma y la incipiente burguesía empezaban a cambiar las cosas.
Aquí florecían los pícaros, Rinconete y Cortadillo y el Patio de Monipodio, con
sus ladrones “para servir a Dios y a usted”, y la sesuda explicación del
titular del lugar, “que no sólo las
prostitutas y demás gente del hampa están al servicio de la sociedad secreta
que él preside; también pertenecen a ella los pilares de la sociedad visible:
los procuradores, los alguaciles, los verdugos, los escribanos o notarios y
hasta los ciudadanos decentes”. Huelga la explicación, aunque más de uno
debiera echar un vistazo a la novelita.
Y ya de paso, no vendría mal
acercarse al Licenciado Vidriera, loco en su sabiduría y olvidado e ignorado en
la cordura.
O al Coloquio de los Perros, que pasan las noches arreglando el mundo,
quejándose de los amos y contándose sus tretas para sobrevivir. O La Ilustre
Fregona, y La Gitanilla, rescatada de una vida miserable tras descubrirse su
origen noble.
Con todas las reservas, no es tan distinta esta España de la que
se relata en alguna de las novelas de Cervantes. Es la lucha por sobrevivir,
desde la locura o la cordura, sin caballeros andantes y con pícaros que han
cambiado de signo, ya no son los pobres los que roban a los ricos, son éstos
los que recetan austeridad mientras se sientan a comer en mesas bien repletas.
Se han vuelto las tornas y ahora los pícaros son los poderosos (léase poder
político o económico) y las víctimas, nosotros.
En el Patio de Monipodio del siglo XXI no se sientan ya “ladrones, mendigos, falsos mutilados, supuestos estudiantes y
prostitutas”. Alrededor del pozo, junto a las frescas macetas de albahaca toman
el fresco banqueros
con sueldos millonarios, después de haber engañado con preferentes y otras
artimañas a miles de personas; ex políticos que ocupan sillones en empresas que
ellos mismos han “externalizado”, que es el eufemismo para decir privatización;
se sientan quienes aplauden una reforma laboral que les permite despedir a
miles de trabajadores para “deslocalizar” su producción, es decir, para llevar
las fábricas a Marruecos o la India.. Eso sí, después de ocultar sus millones
en Suiza y de recomendarnos trabajar como chinos.
Son los que piden sacrificios y dan
lecciones de cómo salir de la crisis (ellos), mientras hunden en la miseria a
todo un país, los que van en coches oficiales y niegan transporte escolar y
ambulancias, porque aumentan el déficit. Los que permiten desgarradores
desahucios y acumulan inmuebles; los que niegan subsidios a los desempleados y
se colocan dietas inmorales para aumentar su saldo a fin de mes.
Los nuevos
protagonistas de las Novelas Ejemplares.
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