Como si fuera
el argumento de la novela de Huxley, Un Mundo Feliz, resulta que los
investigadores de una universidad americana han encontrado una droga, legal,
que vuelve más justo y más igualitario a quien la toma. Tolcapona se llama la pastillita, y ha utilizado, hasta ahora, para
tratar enfermos de parkinson. Digo hasta ahora porque, una vez conocidas sus
bondades, deberían empezar a producirla por toneladas.
Al parecer, cuando se ingiere esta sustancia aumentan los niveles de
dopamina en la corteza prefrontal del cerebro, lo que hace que las personas tengan una mayor
tendencia a repartir recursos de una manera más equitativa.
Ya estamos tardando en ponerla en circulación. Con receta y hasta con
copago. Aunque claro, los que deberían tomar sobredosis de tolcapona no son
precisamente los que tienen problemas para pagar los medicamentos.
Ya lo estoy viendo. Como el soma
de Un Mundo Feliz. No sólo en pastillas, sino añadida a cualquier alimento,
helados de soma, café con soma, agua con soma. Pues lo mismo, pero con la nueva
sustancia.
A todos nos vendría bien pero, obviamente, en dosis distintas. Para
algunos, a calderadas. Y cambiando la posología según el momento, que no es lo
mismo la hora de hacer presupuestos, de fijar salarios base, de decidir la
cuantía de las prestaciones por desempleo o la subida de impuestos que el
reparto de la comida en casa o la asignación semanal a los niños.
No digo nada de la cantidad que tendrían que tragarse banqueros, grandes
empresarios y demás para no tener tentaciones de idear preferentes, jueguecitos
financieros para eludir al fisco y viajes a paraísos fiscales o a Andorra, que
está más cerca.
Igual se daba la vuelta la infame estadística que nos cuenta que las 85
personas con mayor fortuna del mundo tienen tanta riqueza como la mitad más
pobre de la población mundial. O que
las tres personas más ricas del mundo podrían pasarse unos 200 años
gastándose un millón de dólares al día... y aún así seguirían siendo
ricos. Y sin ir más lejos, en
España los 20 más ricos poseen tanto como el 30% más pobre de la población,
unos 14 millones de personas.
Es ciencia ficción, ya
lo sé. Si hubieran de inventar algo, seguro que sería para callarnos la boca,
para atontarnos más aún. Sería como el soma de Huxley, un solo gramo servía
para curar diez sentimientos melancólicos y tenía además “todas las ventajas del cristianismo y del alcohol, sin
ninguno de sus efectos secundarios”.
El mundo seguiría siendo injusto y desigual, pero nos quejaríamos menos.
Pues eso, un mundo feliz
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