Todos hemos fantaseado
en algún momento con la idea de una vida, un mundo, una trayectoria distinta
si, en su momento, hubiéramos tirado por un camino en lugar de por el otro; si
hubiéramos elegido una profesión, o una pareja, o un lugar diferente. En lo
personal, habrían cambiado muchas cosas, seguro. En lo general, también.
Repasando el año que termina, y los inmediatamente anteriores, tenemos materia
de sobra para escribir una ucronía, partiendo del momento en que empezó a
desaparecer el mundo que conocíamos.
Es lo que se llama en
este tipo de relatos el “punto Jonbar”, el instante en que cambiando un hecho
se cambia el devenir de las cosas. Recuerdo una novela de Jesús Torbado, En el
Día de Hoy, que reproduce el comunicado de Azaña tras la Guerra Civil, pero al
revés, “cautivo y desarmado el ejército fascista, las tropas republicanas han
entrado en Madrid”. Y a partir de ahí, cambia la historia.
En poco más de tres
años hemos cambiado el curso de la Historia de nuestras vidas. Una decisión a
la hora de ir a las urnas, desengañados, cabreados o asustados, y henos aquí,
intentando dilucidar porqué elegimos ese camino que nos ha llevado directamente
a la pobreza, la desigualdad, la desprotección de los más débiles, los salarios
de hambre, la vuelta a la caridad y la beneficencia, el miedo al presente y el
terror al futuro.
¿Qué hubiera pasado
si…? No lo sé. Es ciencia ficción. Pero ni en la peor de mis pesadillas hubiera
imaginado esta novela de la que aún no se ha escrito el último capítulo.
Entramos en año electoral, y de nuevo se empeñan en agitar el fantasma del
miedo a lo desconocido, en vendernos seriedad y solvencia, en hablar de
“aventuras” con resultado incierto.
Quizá alguien, así que
pasen unos años, escriba la ucronía de la etapa que nos ha tocado vivir y
explique, negro sobre blanco, si nos podríamos haber ahorrado tanto
sufrimiento, si la cifra de niños pobres no hubiera sido tan escandalosa, si la
desesperación por preferentes, desahucios, desempleo y demás, hubieran ahorrado
unas cuantas vidas. Si el futuro no se presentara tan negro…
Y tal vez Macondo, tras
el diluvio, sería un lugar idílico donde pasar felices los días, sin que
tuviera que desaparecer en un pavoroso remolino de polvo y viento.
Sería una novela
diferente.
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