Bueno,
y marujos. Que hay que hacer alguna concesión a los tiempos para disimular un
tanto la caspa y para suavizar con barniz el tinte retrógrado, medieval y
fascista. Aunque ni con mil capas de la pintura más espesa se puede tapar la
barbaridad vertida por el señor feudal, léase presidente de los empresarios, en
el castillo amurallado de la FAES, la Fundación de la que salen todas las
brillantes ideas que rigen nuestros destinos.
Ahora resulta que son las amas de casa (y algún
amo), las que desestabilizan el sistema, acudiendo en masa a las oficinas de
empleo para apuntarse al paro y descuadrar las cifras de los sufridos
empresarios de este país. Y para comerse los brotes verdes que tanto alegran al
Gobierno. Porque se apuntan para cobrar, claro está.
Y así no vamos a ninguna parte. Dónde se ha visto
que las señoras, en lugar de quedarse zurciendo calcetines o limpiando los
mocos a los niños, queden alegremente con sus colegas de bloque (mientras
tienen la ropa en la ventana), para programar una acción que, si bien no merece
la calificación de terrorista, está muy fea. Feísima. Ahora que casi las
habíamos convencido de que primero Dios creó el cielo y la tierra, y luego el
hombre, y los animales, y ya, si eso, hizo a la mujer. Ahora, que con la excusa
de la crisis estábamos consiguiendo volver a encerrarlas en casa, porque el
escaso trabajo es para los hombres. Y cuando los recortes y la muerte de la Ley
de Dependencia, las ha enviado de vuelta a cuidar a los abuelos o a los hijos
con problemas, van y se apuntan al paro.
Qué poca consideración. Y seguro que quieren el
dinero para comprar trapos, o tacones, o barras de labios y sombras de ojos.
Porque no quiero ni pensar que sea para lencería "íntima", o para cremas,
que son carísimas. Y a todo esto, la casa sin barrer, la ropa sin planchar y
los niños, como vaca sin cencerro.
Ay, qué tiempos, en los que con la pata quebrada y
en casa no tenían oportunidades de ir de excursión al INEM. Claro, que antes ya
habían tenido la osadía de ir a la Universidad. Y hasta de trabajar fuera. Porque
al insigne presidente de la CEOE, que debiera saber estas cosas, se le olvida
que para cobrar un subsidio, es preciso haber trabajado. No ha caído en
rompernos la pierna previamente. Igual ha confundido la cola del INEM con la de
Cáritas o la de cualquier comedor social en la que las mujeres en paro intentan
llevar el pan a sus casas.
Como añoro el
Macondo de mujeres rotundas y con espacio propio. El de Úrsula, al que no le
hubieran durado ni cinco minutos tipos como éste, el de Petra Cotes, dando
lecciones de productividad; el de Remedios la Bella, ascendiendo a los cielos
tras haber llevado a la muerte a todo varón que la pretendiera. El Macondo
primero, con sus las casas iguales situadas a la misma distancia del agua y con
las mismas horas de sol. Con idénticas oportunidades para todos. Sin distinción
de hombres y mujeres. En nuestro tiempo. No en la Edad Media
como siempre, chapeau!
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