No sé cuánto tiempo puede dedicar la ministra Mato
(ministra de Bienestar y Sanidad), entre sesión y sesión de bronceado, a leer
los informes que alertan del imparable crecimiento de la pobreza infantil.
Imagino la cara de fastidio que se le pone cada vez que encuentra sobre su
mesa, uno de estos estudios. Hasta puedo escucharla: “A ver, quien es ahora…?
Con un poco de suerte, hasta puede que se lo deje a alguno de sus asesores para
que se lo resuma, para poder decir, con autoridad, eso de “estamos en la senda
correcta”, o referirse a ese ridículo plan de inclusión social. El Plan de
nunca jamás. Igual hasta echa mano de Montoro, o de cualquiera de los
presidentes de Comunidades Autónomas que niegan la mayor. No hay niños desnutridos.
No hay hambre. No hay pobreza.
Mi lado malvado le desea que le
caigan todos los papeles encima, que la sepulte la realidad, que la asfixien
los números, las cifras, los cuadros, las fotos, los testimonios…
Ya hemos perdido la cuenta de los “avisos”
angustiosos que en los últimos meses vienen lanzando Cáritas y Cruz Roja (rojos
peligrosos que quieren desestabilizar al Gobierno), Save The Children, Human
Rights, la Comisión Europea, la OCDE, Acción Contra el Hambre, Eurostat y hasta
la ONU. Sin contar, claro está, que esos no cuentan, porque seguro que están en
alguna “marea”, las llamadas desesperadas de los médicos, los maestros y los
responsables de comedores sociales. El último, el de UNICEF. Más de 2,3
millones de niños bajo el umbral de la pobreza.
¿Algún informe más? Qué pesados. Los
pobres son una molestia, y si son niños, más. Ya se podían ir a informar sobre
Etiopia, o sobre Sudán. Al fin y al cabo, la imagen del hambre ha sido siempre
un negrito de pelo rizado, barriga hinchada y moscas en la cara.
Es mejor mirar para otro lado, o
decir, como hizo ayer mismo la ministra en el Senado, que se está haciendo lo
posible, apelando al que ya se contempla la pobreza infantil en el Plan de
Inclusión 2013-2016, que, de llevarse a cabo correctamente, supone un total de
17 millones divididos entre cuatro años, supondría el desorbitado gasto de un
euro y medio al día por niño hambriento. Una cifra muy parecida a los 7.247€ (cifra oficial de Hacienda), que
costó el cumpleaños de su hijo, y que pagó, por cierto (documentado y probado),
la trama Gurtel. He olvidado la cantidad que costó la comunión de su niña, pero
podéis haceros a la idea.
¿Algún informe más?
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