…Ya no somos los mismos. Ni ellos.
Siguen ahí los versos de Neruda, su poema XX y su canción desesperada, los
recuerdos y las comparaciones, casi siempre odiosas, los momentos que nos han
hecho como somos y el pasado, que regresa una y otra vez, aprovechando la
mínima oportunidad. Tozudo, vestido con sus mejores galas para poner de
manifiesto los harapos que ahora nos cubren, las arrugas, profundas como surcos
que han deteriorado y envejecido, hasta dejarla casi irreconocible, esa
democracia que nosotros, los de entonces, creímos haber descubierto.
Nunca me han
gustado los panegíricos, y menos cuando el destinatario ya no puede oírlo.
Nadie es absolutamente bueno por el simple y natural hecho de morirse, aunque
todos, también por ley natural, prefiramos quedarnos con los buenos recuerdos.
Ha muerto Suárez, el primer presidente de España tras la dictadura, y sólo nos
ha faltado decir que fue el inventor de la democracia, que lo de los griegos es
una patraña de los libros de Historia.
No seré yo
quien lleve la contraria a tanto ilustre como se ha paseado por los periódicos
y las tertulias cantando las alabanzas del finado. Me he vuelto a emocionar
escuchando el libertad sin Ira, o el Habla Pueblo Habla, el Al Alba de Aute o
el España Camisa Blanca de Ana Belén. Hasta he recordado, de forma casi física,
la emoción de esos fines de semana de mítines interminables, conciertos
incluídos, con esa mezcla de temor a lo desconocido y de ansia por conocer, aturullada
por la sopa de letras, el baile de siglas de formaciones políticas que nos
miraban desde mil y un carteles en cada farola, en cada muro, y a los que
mirábamos con los ojos limpios de entonces.
Pero ya no
somos los mismos. Ni ellos. Nos hemos volcado en mitificar a un expresidente,
con sus luces y sus sombras, por un mero ejercicio de comparación. Hemos traído
de vuelta a un hombre que supo hablar, dialogar, consensuar, en un momento en
el que sólo escuchamos “y tú más” mientras todas las furias de la Tierra caen
sobre los sufridos ciudadanos. Cuando no creemos en casi nada y en casi nadie.
La muerte de
Suárez ha desempolvado recuerdos y tal vez, haya sacudido conciencias
adormecidas, y que aún están a tiempo de despertarse. Lo dijo el coronel
Buendía, uno no se muere cuando debe, sino cuando puede. Igual vuelve de la
ilusión de aquellos años, porque, como sucedió al gitano Melquiades, no pueda
soportar la soledad de la muerte.
Es una pena pero ya casi nada consigue emocionarnos cuando hay políticos por medio
ResponderEliminarNo todas las máximas del marxismo están equivocadas. Una de las cosas que aprendí desde muy joven es: "El hombre piensa como vive, no vive como piensa". Cuando los entonces... "revolucionarios" no tenían nada más que esperanzas y muchos sacrificios para provocar el cambio social; ya desde la esfera acomodada del poder se siente a comer bien con los grandes capitalistas en el mismo plato. ¿Por qué? pues por que comparten intereses comunes. En este último caso, son capitalistas con discurso populista de izquierda. Saludos.
ResponderEliminar