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miércoles, 17 de abril de 2013

Desde Macondo. 300 METROS

No sé si será ésta finalmente la distancia a la que se permita “escrachar”. Es lo que se ha hablado, y la misma cifra, pero en euros, es la multa mínima que se ha impuesto a los primeros “escrachadores” sancionados. Lo que sé es que no pueden ser los metros que separan a políticos y ciudadanos, porque son muchísimos más. Quizá kilómetros…

         Ni el mismo coronel Buendía se atrevió a marcar semejante separación. Cuando regresó a Macondo, con mando en plaza, tras batallar en treinta y tantas guerras, decidió trazar un círculo de tiza a su alrededor para que nadie se le acercara demasiado, a menos de tres metros. En el centro de este círculo que sus edecanes trazaban dondequiera que él llegara, y en el cual sólo él podía entrar, decidía con órdenes breves e inapelables, el destino del mundo.

         Tres metros, no trescientos. Claro, que era Macondo, y no España. Y vaya por delante que abomino de todo tipo de violencia, que la música militar nunca me supo levantar, que soy de las que se echan a temblar cuando ven a dos personas pelearse, aunque ni los conozca ni vaya conmigo la disputa.

         Pero toca hablar de escrache, la palabra tristemente de moda para definir la manifestación pacífica convocada para señalar una injusticia. Con esa idea nació y con la misma se ha trasladado a este país de nuestros dolores. A partir de ahí…Multas, comparaciones odiosas, declaraciones y contradeclaraciones.

         Puede debatirse si el domicilio de los políticos es el lugar más adecuado. Puede y debe hacerse, si esos políticos no fueran y vinieran en coche oficial, incluso si no cobraran dietas escandalosas por vivir donde viven, burlando la más mínima norma de la decencia y la honestidad.

         Podría discutirse si no es más lógico que se escrache en las sedes de los partidos o en las instituciones. Claro que sí, pero todos tenemos la imagen de cientos de vallas blindando estos lugares, o del clamoroso silencio en el Parlamento, en la Moncloa y en todos los lugares desde donde debiera surgir la información clara y precisa.

         Cuando se han saltado todos los límites, no pueden pretender que la gente se limite a quitarse la vida en digno silencio; o a llorar por los rincones en la intimidad del hogar del que lo van a echar ¿Cuál es el límite de desahuciados, de precarios, de pobres, de hambrientos? ¿Trescientos mil, tres millones, treinta millones? Tampoco vale el discurso del voto, de la mayoría absoluta, porque no se puede reducir la democracia a manifestarse una vez cada cuatro años.

         Han allanado ellos mismos el camino hacia el escrache, pintando un escueto círculo de trescientos metros para dejarnos fuera, cuando debieran haber hecho uno mucho más grande en el que cupiéramos todos.





 

2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo, María Ángeles. Una vez más vuelves a dar con meridiana lucidez en la diana.

    Un abrazo.

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    1. Gracias, Antonio. Desgraciadamente, no es difícil dar en la diana, cuando la diana somos nosotros, cuando los asuntos de actualidad nos golpean directamente o lo hacen en las personas que queremos.

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