Por alguna extraña
razón, las mujeres, que no ocupan habitualmente la primera página de los
periódicos, ni siquiera cuando las matan, están siendo noticia recurrente en
estos días. Por supuesto, tampoco es porque estemos en la semana de la Mujer,
ni porque mañana sea 8 de marzo.
Ojalá. Pero no son las
mujeres de a pie las que van de boca en boca en estos días. No hablamos de las
trabajadoras o desempleadas, de las supermadres que a duras penas pueden
compaginar su vida laboral o familiar; ni de las desahuciadas, ni de las que
han vuelto a casa tras el espejismo de la emancipación, ni de las jóvenes y
sobradamente preparadas que se aferran a un mini job con mini sueldo en
hamburgueserías de Alemania o de Inglaterra; ni de aquellas a las que les quita
el sueño pensar qué van a poner en la tartera de su hijo al día siguiente, o
cómo llenar la olla familiar.
Las protagonistas son
otras. Es la señora Bárcenas (qué curioso, no recuerdo el nombre), y su
“talento” para amasar una fortuna en cuatro días;y la ministra Mato (¿o debiera
decir exseñora Bárcenas), con sus ruedas de prensa sin preguntas y su frágil memoria
para recordar facturas de confettis, coches de lujo y vacaciones de ensueño. O
la alcaldesa de Madrid (señora de Aznar), con velo y saltándose la cola del
cristo de Medinaceli. Y la infanta, señora Urdangarín, ajena a por dónde le
llegan los millones a su casa. Y Fátima Báñez, con sonrisa beatífica
encomendando a la virgen del Rocío la reducción de la lista del paro. O la
secretaria general del partido en el Gobierno, obsequiándonos con un
trabalenguas ininteligible para explicar lo inexplicable.
Qué decir de Corinna,
otra mujer noticia, que me está haciendo plantearme seriamente el teñirme de
rubia, porque parece que en dicho color de pelo reside la clave de su éxito en
los negocios. La lástima es que el cónclave vaticano esté cerrado a las mujeres
porque, de otra forma, seguro que también habría alguna fémina que fuera
noticia de primera plana. Y que aún no haya Papa nuevo para poder lucir teja y
mantilla.
No son buenos mimbres
para tejer en este país nuestro el cesto del Día Internacional de la Mujer
Trabajadora. Creo que este año lo voy a celebrar en Macondo con sus mujeres
mágicas, con Úrsula, que
dirige con mano de hierro a siete generaciones de Buendías; la exuberante Petra, con Fernanda del Carpio;
con Santa Sofía de la Piedad, que sólo
existe en el momento preciso; con la cándida prostituta Eréndira y su abuela desalmada, con Amaranta que muere virgen, y con Remedios, que
asciende a los cielos tras haber llevado a la muerte a todo varón que la
pretendiera.
Con mujeres de verdad, aunque no sean noticia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario