Y yo que me creía que
los personajes de Macondo eran raros porque levitaban, o regresaban de entre
los muertos porque se aburrían, o ascendían a los cielos mientras doblaban las
sábanas o hacían parir cientos de veces a los animales con su sola presencia. Qué
va. Tan normales. Ni el cura Nicolás, ni Melquiades el gitano, ni Petra Cotes,
prodigio de la naturaleza, ni tan siquiera Remedios La Bella tienen nada de
paranormal. Los auténticos extraterrestres están aquí, entre nosotros, y lo que
es peor, dirigen nuestras vidas.
No me dirán que no es
marciano un presidente que si pero no; que verdad pero poco, que mentira, pero
no del todo. O una secretaria general que proclama el falso de toda falsedad,
pero que admite que algunas cosas no son tan falsas. O una ministra que ve
normal gastas miles de euros en globos, confeti y payasos para la fiesta de sus
hijos, mientras firma el decreto que condena a los enfermos de cáncer a pagar
ambulancias, prótesis y otras “minucias” necesarias para seguir viviendo.
Y no digo nada del que
sube impuestos a los que pagan religiosamente y amnistía a los que roban,
también religiosamente y encima se llevan el dinero a las islas Caimán o a
Suiza, que lo tienen más a mano. O de la que el mismo día que se hacen públicas
las escandalosas cifras del paro nos cuenta con sonrisa beatífica que la
reforma está dando sus frutos. O del que explica que no pueden despedir a un
trabajador de su partido, porque hay que respetar el Estatuto de los
trabajadores y los derechos laborales que previamente nos ha negado a todos.
Hay más. Y todos están
en el espacio, llámense alienígenas, lunáticos o venusinos. Desde ahí arriba
piden sacrificios. Condenan a niños y maestros a apiñarse en un aula. Claro, en
la estratosfera hay tanto espacio que no saben lo que es estar estrechos; y
quitan el transporte escolar mientras se mueven en sus naves de última
generación; y salvan bancos mientras condenan personas, que se ven minúsculas y
sin importancia desde las alturas, o desde una pantalla de plasma. Y recortan servicios
sociales para “garantizar nuestro bienestar”. El suyo, por supuesto, ya tiene
todas las garantías.
Auténticos
extraterrestres. Pululan por ahí haciendo leyes y normas, dictando decretos que
luego lanzan sobre la Tierra con el efecto devastador de los misiles, porque ni
el fuego ni la destrucción les van a alcanzar a ellos. Están demasiado
separados del suelo.
Nunca antes he
percibido tan clara esta sensación de abismo entre dirigentes y pueblo. Estamos
a años luz, y así nos va. No pisamos el mismo suelo ni respiramos el mismo
aire. Y no podemos, desde la angustia, entender a quienes piden alegremente
sacrificios mientras aseguran que no saben quien ha puesto un jaguar en su
garaje o un bolso de diseño en su brazo o una cuenta millonaria en un paraíso
fiscal. O un sobre en su buzón. Todo presuntamente, por supuesto.
No sé, tal vez los
extraterrestres seamos nosotros, que no entendemos nada. Casi me vuelvo a
Macondo, donde la gente es más normal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario