Es 20-N. Hasta ahora, el aniversario de la muerte de Franco (y de José Antonio, que siempre hay alguien que lo añade). La fecha del antes y el después para tres cuartos de los que poblamos este país. Algo así como el "A.C" de la Historia. Antes de Franco y después. Lo de hoy, lo de 2012, es A.R y D.R. Se cumple un año del triunfo del PP en las elecciones y de la llegada de Rajoy (R, por si no lo habían adivinado), a la presidencia de España.
Y aquí estamos, con la tarta delante y pensando en cómo deglutir el trozo de pastel que nos ha tocado comer, nada dulce por cierto.
Un año después, hay pocas cosas que celebrar. Al menos para el común de los mortales, que somos casi todos. Y sobre todo, hay pocas fuerzas para esperar a nuevos cumpleaños, que pudieran ser felices.
La tarta que nos presentan sabe a paro, a desesperanza, a pobreza, a miedo, a sanidad y educación precaria, a justicia disuasoria y poco justa, a desahucios, a pérdida de poder adquisitivo, a comercios cerrados y autónomos desesperados, a recibos imposibles de pagar, a frío...
Ha pasado un año y todos los indicadores, los que entendemos los profanos en Economía, no invitan precisamente a la celebración. Los que no entendemos, tampoco. Ahí están la prima, la bolsa, los Mercados y esas cosas, que tampoco han sacado el gorrito y las serpentinas para la fiesta de cumpleaños.
No hay regalos que desenvolver, no suena el happy birthday ni el "y que cumplas muchos más".
Y no podemos soplar las velas.
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