No
soy fan de la Merkel. Para nada. Me
crispa su política económica de mano dura, caiga quien caiga, y otras muchas
cosas. Pero este fin de semana ha ganado muchos enteros en mi consideración.
Vamos que hasta puedo decir que me empieza a caer bien. El cambio de opinión ha venido tras ver las
imágenes, y escucharla, claro, de su visita a Auschwitz, el antiguo campo de
concentración nazi, donde fueron asesinadas un millón de personas, en su
mayoría judíos.
Bien
es verdad que la señora Merkel lleva 14 años como canciller, y hasta ahora no
se le había ocurrido la visita, pero nunca es tarde si la dicha es buena. El
caso es que me ha emocionado ver las imágenes. Verla, vestida de negro, las manos cruzadas y la
mirada baja, con una expresión mezcla de dolor y vergüenza que no se puede
fingir, a menos que se sea un estupendo actor y lo haya ensayado miles de
veces.
Sea
como sea, igual porque quiero verlo así, me parece sincera, me parece que está
de verdad avergonzada y dolorida por lo que sus
“paisanos” fueron capaces de hacer.
En plena polémica sobre el uso que se debe dar a los lugares
“históricos”, la canciller lo tiene claro: “Este lugar, sus torres de
vigilantes, sus cámaras de gas, sus barracones, todo es testimonio de lo que no
puede volver a suceder y es importante preservarlo para que las nuevas
generaciones puedan visitarlo y conocer la barbarie que aquí tuvo lugar”.
Pues
sí. Y deberían ser de visita obligada para los que no recuerdan nada y para los
que lo niegan todo. Como si nunca hubiera ocurrido. Como si un millón de
muertos pudieran desaparecer en la nada. O en las cunetas, o en las fosas
comunes olvidadas en cualquier remoto paraje, o menos remoto.
Es
un tópico decir que olvidar la historia nos condena a repetirla. Y en eso, en
mantenerla viva, sin odios, sin revanchismos, tienen mucho que decir los
Gobiernos . Debemos recordar siempre que
la libertad, la democracia y el Estado de derecho pueden ser fácilmente
dañados si no perseveramos en su cuidado. También lo dijo la mandataria alemana
en su visita: “Corresponde a los gobiernos y a los políticos proteger y
fortalecer nuestros valores”.
Y desenmascarar a los que niegan la Historia,
antes de que convenzan a más gente de que nunca pasó.
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