Con este lío de leyes de Educación, a
caballo entre la anterior y la nueva, y con la certeza de que tampoco la actual
durará mucho, no tengo muy claro si la asignatura Educación Emocional, de las
que llaman “de libre configuración autonómica”, permanecerá mucho tiempo en los
currículos. Pero me ha llamado poderosamente la atención que a este tema
prestan en un colegio canario, donde sí se ha implantado en este curso.
“Empatía” la llaman. Para simplificar.
Los niños de primaria expresan sus miedos y los comparten con sus compañeros.
Miedo a las arañas, a los monstruos que aparecen por la noche, al tobogán…Con
siete u ocho años, aprenden a comprender lo que sienten los demás, a ponerse en
su lugar, a vivir la misma angustia y a buscar soluciones.
El diccionario de la Real Academia dice
que empatía es “la Identificación mental y afectiva de un
sujeto con el estado de ánimo de otro”. El “comprendo cómo te sientes” o
“me pongo en tu lugar” de toda la vida, dicho en román paladino.
Hemos olvidado poner la empatía en las
mochilas con las que transitamos por la vida. Quien más quien menos intenta
salvar sus trastos mirando hacia otro lado, con la inevitable excusa de
“bastante tengo yo con lo mío”. Y lo de los demás pasa a segundo plano.
Ha llegado muy tarde la asignatura de
“Empatía”, y así nos va. Nadie, ante una mesa repleta, se pone en el lugar de
quien pasa hambre; nadie que no tenga problemas para pagar la luz piensa en los
que tienen frío; o en los que no tienen casa, en los que la han perdido.
Lo dijo bien claro el presidente Rajoy
hace unos cuantos días “está usted pintando un país que no conozco”, cuando un
parlamentario pedía ayudas para los más desfavorecidos. El problema no es que
desconozcan lo que hay, es que no conocen la empatía y son incapaces de ponerse
en el lugar de los que sufren.
Desde tal desconocimiento, legislan,
disponen, recortan y vuelven a recortar porque sólo entienden sus márgenes, que
son muy amplios, que les permiten, desde sueldos astronómicos, fijar salarios mínimos
o subsidios de hambre, y aún considerarlos altos. Con un mínimo ejercicio de
empatía comprenderían que con 400€ no
podrían comer, calentar la casa, comprar ropa, pagar el alquiler… Vivir.
Nunca es tarde si la dicha es buena, y
no sería mala cosa, ahora, con un montón de procesos electorales abiertos, analizar
la capacidad de empatía de cada candidato. Y mandarlos al cole de nuevo, porque
la muchos no aprobarían la asignatura.
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