Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

jueves, 13 de septiembre de 2012

Desde Macondo. SIMILITUDES


      Nunca sé si voy o vengo de Macondo, si estoy aquí o allí, si nunca me he movido o si todo sucede en el mismo lugar. O si los acontecimientos se repiten, independientemente del sitio en que te encuentres.
      Viene esto a cuento de los numerosos hechos, digamos irreales, que vemos, leemos y escuchamos a todas horas, aunque nos empeñemos en aislarnos. Y que pasan de verdad, no en las páginas de un libro o en un lugar imaginario.
 
      Ya me dirán ustedes cómo se puede digerir, en la España de la crisis, que un Ecce Homo ¿restaurado? se convierta en portada nacional e internacional, o que un vídeo erótico organice una guerra entre partidos,  o que la guerra de los “tupper” sea la seña de identidad del comienzo del curso escolar; o que estemos relamiéndonos porque en 2023 un extraño personaje va a crear miles de puestos de trabajo en un Casino gigante;  o que Belén Esteban esté en tratamiento psiquiátrico,  o que se haya convocado, para dentro de un par de días una manifestación de la Falange. Sí, de la Falange, han leído bien.
      No me digan que no es de sainete, de fábula sin moraleja, lo de que los fontaneros o los empresarios se dediquen a la política como “segunda actividad”, o que el profesor de Latín imparta clases de dibujo; o que las clases se impartan en un parque público, como protesta por la supresión de la escuela. O que el presidente de este Macondo real esté esperando a las elecciones gallegas y vascas para anunciar el secuestro. Perdón, quería decir el rescate. O que se enzarcen media docena de ministros y docena y media de cargos de partido a cuenta de si un preso se va a morir pronto o finge la enfermedad terminal. O que el problema  en una contratación, digamos familiar, no sea de los familiares, sino de todo bicho viviente alrededor.
      Dándose una vueltecita por este mundo “real”, mi admirado García Márquez hubiera tenido material suficiente para escribir quinientos años de soledad. Y sin esforzarse, sin exprimir la imaginación.
 
      Es cierto que en el Macondo de verdad nacieron niños  con una cola de cerdo, el agua hervía sin fuego y algunos objetos domésticos se movían solos; que hubo una peste de insomnio y otra de olvido y que los huesos humanos cloqueaban como una gallina; que un niño que lloró en el vientre de su madre, que el cura levitaba al tomar una taza de chocolate y otras ascendían a los cielos mientras doblaban las sábanas y que una abuela desalmada conseguía que su nieta se acostara cada día con 70 hombres para pagar la deuda por incendiar su casa. Y que un huracán arrancó el pueblo de cuajo, llevándoselo del suelo y de la realidad.
      Todo irreal. Como lo que nos está pasando. Y me dejo la entrevista para otro día.
 

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