Es lo que tiene Macondo. Puede
estar en cualquier sitio, en cualquier época y en cualquier circunstancia.
Puede ser el lugar añorado y soñado, el maldecido y vilipendiado, al que
quieres volver y el que quieres olvidar. El que empujas para que avance y sea
tierra de gigantes, y el diminuto Liliput en el que algunos se han empeñado en
convertirlo. Con todos nosotros mutados en liliputienses, por supuesto, y sin
ningún Gulliver a la vista que nos salve.
Viene esto a cuento de la decisión
del Gobierno Municipal de sacarnos de la categoría de “Gran Ciudad” apelando a
no sé qué zarandajas de ahorro, la palabra clave, el bálsamo de Fierabrás que
todo lo cura y que justifica las aberraciones más aberrantes. Como ésta.
Es convertir Macondo en Liliput.
Hacer una ciudad de enanos, lanzar a los cuatro vientos un bando prohibiendo
crecer bajo severas penas de expulsión. Y me da igual los argumentos que
empleen para justificarlo. Nada justifica ir hacia atrás. Ni siquiera
retroceder para coger impulso.
Estamos viendo cómo se cierran
aulas escolares, centros de salud, bibliotecas, hospitales, sin contar otros
servicios que nos hacían grandes, una gran ciudad. La crisis, la herencia, los mercados… Vale
¿Pero esto? ¿Qué gobernante renuncia voluntariamente a la consideración de su
territorio como gran ciudad?
Dirán ustedes que es indiferente
la denominación, cuando las cosas están como están. Y tal vez tengan razón,
especialmente si o conocen las normas de
trasparencia a que obliga la ley de Grandes Ciudades, como la existencia de un
Consejo Ciudadano o la obligatoriedad de un Debate sobre el Estado del
Municipio (sí, eso que da tanta alergia al partido gobernante en sus diferentes niveles).
Y en cualquier caso, nunca se
justifica un paso atrás. No debemos permitir que, en aras a razones que no
comprendemos, nos conviertan en liliputienses, que el Macondo próspero, de
casas ordenadas y buenas comunicaciones, se convierta en un remoto y diminuto
lugar que sólo aparezca en los cuentos.
Somos una gran ciudad. Con todas sus
dificultades, con más si quieren, pero grande. En Liliput gobernaba Lilipín I,
rey justo y bueno que en ningún caso querría hacer su país más pequeño. Antes
al contrario, buscaba gigantes para defenderlo.
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