No he bebido. Ni me ha pasado un
gato por encima del teclado. Esta conjunción imposible de letras corresponde a
un saludo quechua, lengua que se sigue hablando en varios lugares de América.
Hay una zona en Perú, en el
corazón de los Andes, que se convirtió en el último reducto de los chankas,
tribu posteriormente asimilada al vasto imperio inca. José María Arguedas,
escritor peruano y natural precisamente de aquella parte del Perú, nos recuerda
que existe en el quechua chanka un término sumamente expresivo y muy
común. Cuando un individuo quiere
expresar que a pesar de todo aún es, que existe todavía, dice:
¡Kachkaniraqmi!”.
Una sola palabra para decir un montón de cosas. Para el
reencuentro con un ser querido después de mucho tiempo, para decir, de una sola
vez, sigo siendo”,”aquí estoy de nuevo”,”pese a todo, sigo vivo”.
Es una de las palabras más bonitas que
contiene el pequeño diccionario quechua-castellano que compré por curiosidad en
un viaje al país andino. Y como tantas otras, no tiene traducción exacta, no es
un hola, o un qué tal; ni siquiera un me alegro de verte.
Es otra cosa. Se dice repetido y
entre exclamaciones, como una declaración de intenciones o una afirmación de la
existencia, de la vida. Con alegría. Nada que ver con los saludos más
habituales en estos últimos tiempos. Aquí estamos, aguantando como podemos. Ya
ves, pues tirando. Haciendo por vivir. Estos saludos son el pan nuestro de cada
día; los oímos sin cesar con sólo poner un pie en la calle, con tristeza, con
cierta desgana, sin esperanza y sin firmeza. Aguantando el chaparrón.
Y esperando el momento y las
fuerzas para decir ¡Kachkaniraqmi,
Kachkaniraqmi’ a todos cuantos te cruces en la calle. Será la señal de que algo ha
cambiado en nuestro interior, de que la maldita crisis no ha podido con nuestra
autoestima y nuestras ganas de seguir adelante, de que “seguimos siendo”.
Guardamos palabras para no olvidarlas. A
veces demasiadas, que pesan poco y ocupan menos. En un rincón secreto esperan
pacientemente términos como amor, solidaridad, justicia, honestidad,
compromiso, pan, risa o futuro. Son las precisas, descartando las demasiado floridas, las desteñidas por el
abuso, las carentes de verdad y las confusas, las vacías y las que se han
convertido en tópicos.
Pero hay palabras que te persiguen, que se
quedan por ahí, en algún pliegue del alma, esperando el momento preciso, el de
agarrar la esperanza por los pelos y exclamar. ¡Kachkaniraqmi!.
Me encanta. ¡Kachkariqnami!
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