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jueves, 4 de septiembre de 2014

Desde Macondo. LA REGENERACIÓN


A este paso, vamos a tener que crear una Academia de la Lengua paralela para que nuestros gobernantes tengan su sillón, en mayúsculas o minúsculas, editen su propio diccionario y hasta su manual de estilo. Hay que ver qué manía les ha dado por pervertir el lenguaje, por cambiar el significado de los términos, por llevar las definiciones a su terreno, sin preocuparse de echar un vistazo a los textos oficiales. Y reales.

      Tengo ya una amplia lista de “palabros” del llamado neolenguaje liberal, pero no hay día en que no tenga que apuntar alguna más.  Cuando ya son de uso común (a la fuerza ahorcan), cosas como crecimiento negativo para decir que vamos p’atrás,  o reformas por recorte,  o aumento del empleo en lugar de precariedad, o sostenimiento del estado de bienestar para hablar de menos médicos y hachazos a los dependientes, o “no rescate” hemos entregado miles de millones a los bancos, deciden que aún pueden seguir atentando contra la semántica, y destrozando palabras muy dignas que siempre han significado lo mismo. Hasta ahora.

      Vamos con la “regeneración”. Debería haber un mandamiento, el 11, que prohibiera pronunciar determinados términos en vano. Bajo pena de infierno. Regenerar, según el diccionario de verdad, el de la Real Academia, es “dar nuevo ser a algo que degeneró, restablecerlo o mejorarlo”. Y regeneración es la “reconstrucción que hace un organismo vivo  de sus partes perdidas o dañadas”. Bien dañada, y perdida, tenemos la democracia.

      Y eso no se arregla con un lifting de urgencia a cuatro días de las elecciones. Mucho menos con una capa de maquillaje, por espeso que sea.  Prometer que se va a reducir hasta el infinito y más allá el número de aforados, sabiendo que hacen falta meses, cuando no años, cambios en la sacrosanta Constitución y en los estatutos de autonomía, es pronunciar en vano el término regeneración.

      Hablar de una reforma de la ley electoral que sólo les beneficia a ellos y con la que nadie está de acuerdo, también es pecado capital. Hablar de cambiar los criterios sobre indultos, cuando han perdonado delitos imposibles, también merece el infierno. Y hacer todo esto por sus narices, saltándose leyes, consensos, acuerdos y voluntades, más todavía.

      Les han entrado las prisas de última hora, el arreón del vago, pero no se puede regenerar nada cuando has amputado previamente los miembros. Desde la desigualdad, la prepotencia, las leyes aprobadas por decreto y porque yo lo valgo, la pobreza creciente, las injusticias, la ley mordaza, la reforma laboral para ricos, el aforamiento exprés de la familia real hace cuatro días y unos cuantos ejemplos más que no me caben, no se puede hablar de regeneración y pretender que sea palabra de Dios.

      Dar una manita de pintura a lo que está más negro que los pies de Cristo no es solución. Será lo que, ya que estoy con temas religiosos,  Jesús llamó "sepulcros blanqueados"  aparentemente limpios pero podridos por dentro.

      Aunque lo llamen regeneración.

 

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