No pensaríais que dada
la coincidencia de la publicación de estas humildes líneas con el 11-S, iba a
sustraerme de hablar del Día en Cataluña. Aunque sólo sea por hacer un sano
ejercicio de liberación, de desintoxicación, y porque no voy a ser yo la única
que no haga una sesuda columna sobre el tema.
Y mira que la fecha da para mucho. Podría hablar del atentado de las torres gemelas, o del suicidio de Allende y el inicio de la larga noche de Chile en manos de Pinochet. Hasta podría recordar al gran Bola de Nieve, que nació tal día como hoy. Y a Carlos Puebla, el de “Hasta siempre, comandante”, que puso música al Ché y también vino al mundo en esta fecha. Por no mencionar otros “días nacionales”, aunque sean vírgenes y santos los que los copan. Ahí está la Pilarica, Santiago Matamoros, Guadalupe y muchos más, que no es cuestión de revisar el santoral
Pero toca hablar de Diada, curiosamente con la vista puesta en otro punto del calendario, en noviembre. No sé si habrá muchos catalanes que recuerden que en este día se conmemora la caída de Barcelona a manos de tropas borbónicas; y que durante años, la única celebración (también prohibida), era un oficio fúnebre en la catedral para rememorar tan triste momento y añorar los fueros perdidos.
Una celebración más, como el Día de Extremadura o el de Castilla-La Mancha, que tantos “propios” han aportado a la grandeza de Cataluña. Me gustan más las sumas que las restas, pero tampoco me aferro a quedarme con nada a toda costa, que eso da malos resultados y todos tenemos alguna experiencia en este sentido.
Bien cierto es que en este mundo global, con sus luces y sus sombras, es más conveniente ser más y que, por otra parte, siempre se ha dicho que la unión hace la fuerza y que el enfrentamiento no es solución. Pero hemos juntado el pan con las ganas de comer, la intransigencia de unos con el afán de protagonismo de otros, sazonado todo con las ansias de poder.
Y de esta mezcla extraña ha salido el cóctel más explosivo: La Diada 2014. Hoy será todo cifras. El número de policías, el de manifestantes, los metros de la V, los porcentajes de separatistas o no…
Confieso que me aburre el tema, que casi paso de largo las páginas con el cintillo de “desafío separatista” con que nos obsequian todos los días desde hace meses los periódicos.
Y pienso asistir al espectáculo desde Macondo, donde no existían los años ni los meses ni los días, y el calendario lo marcaba la llegada de los gitanos, cuando el pueblo salía de su siesta eterna para asombrarse con los inventos del mundo, para interrumpir el tiempo circular y hacer un paréntesis en el camino a la fatalidad.
Y mira que la fecha da para mucho. Podría hablar del atentado de las torres gemelas, o del suicidio de Allende y el inicio de la larga noche de Chile en manos de Pinochet. Hasta podría recordar al gran Bola de Nieve, que nació tal día como hoy. Y a Carlos Puebla, el de “Hasta siempre, comandante”, que puso música al Ché y también vino al mundo en esta fecha. Por no mencionar otros “días nacionales”, aunque sean vírgenes y santos los que los copan. Ahí está la Pilarica, Santiago Matamoros, Guadalupe y muchos más, que no es cuestión de revisar el santoral
Pero toca hablar de Diada, curiosamente con la vista puesta en otro punto del calendario, en noviembre. No sé si habrá muchos catalanes que recuerden que en este día se conmemora la caída de Barcelona a manos de tropas borbónicas; y que durante años, la única celebración (también prohibida), era un oficio fúnebre en la catedral para rememorar tan triste momento y añorar los fueros perdidos.
Una celebración más, como el Día de Extremadura o el de Castilla-La Mancha, que tantos “propios” han aportado a la grandeza de Cataluña. Me gustan más las sumas que las restas, pero tampoco me aferro a quedarme con nada a toda costa, que eso da malos resultados y todos tenemos alguna experiencia en este sentido.
Bien cierto es que en este mundo global, con sus luces y sus sombras, es más conveniente ser más y que, por otra parte, siempre se ha dicho que la unión hace la fuerza y que el enfrentamiento no es solución. Pero hemos juntado el pan con las ganas de comer, la intransigencia de unos con el afán de protagonismo de otros, sazonado todo con las ansias de poder.
Y de esta mezcla extraña ha salido el cóctel más explosivo: La Diada 2014. Hoy será todo cifras. El número de policías, el de manifestantes, los metros de la V, los porcentajes de separatistas o no…
Confieso que me aburre el tema, que casi paso de largo las páginas con el cintillo de “desafío separatista” con que nos obsequian todos los días desde hace meses los periódicos.
Y pienso asistir al espectáculo desde Macondo, donde no existían los años ni los meses ni los días, y el calendario lo marcaba la llegada de los gitanos, cuando el pueblo salía de su siesta eterna para asombrarse con los inventos del mundo, para interrumpir el tiempo circular y hacer un paréntesis en el camino a la fatalidad.
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