Dice
el sabio diccionario de la Real Academia que resiliencia es “la capacidad humana de asumir con
flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas”. Si nos vamos a la
etimología, el término viene del verbo latino resilio, resilire, que literalmente significa saltar hacia atrás, rebotar.. Algo
así como volver al estado natural, especialmente después de alguna
circunstancia crítica o inusual.
Pues aquí han debido repartir la
resiliencia a espuertas, o a capachos, como se dice en mi pueblo. No se me
ocurre otra cosa después de que día a día contemplemos, entre el gazpacho y la
sandía, los cuerpos despedazados de los niños palestinos; o que nos traguemos
un telediario repleto de corrupciones varias, que hablemos con normalidad, y
sin parecer la niña del Exorcista, de los millones de la familia Pujol, de las
tropelías en las urgencias de cualquier recortadísimo Hospital, de las cifras
de parados sin prestación alguna, de las declaraciones de tal o cual indeseable
de turno pidiendo que se bajen los salarios…
Será un exceso de resiliencia. O
que, como se decía antes, nos la han metido en las hamburguesas o en los cartones de leche para que la tomemos sin
enterarnos. Porque de otra forma no se explica.
No entra dentro de lo natural estar
tranquilamente fregando los platos mientras la tele te reboza las docenas de
millones que nos han robado impunemente, o cuando te intentan engañar con unas
maquilladísimas cifras de desempleo, o te mienten sin rubor sobre esos brotes verdes
en los que algunos, que no somos nosotros, se están revolcando desde siempre.
Debe ser la resiliencia la que nos
deja tan tranquilos, sin echar espuma por la boca ni nada, atendiendo a
nuestras tareas cotidianas con algún cabreo momentáneo que se pasa enseguida.
Igual la han distribuido a través de los famosos drones, que el Gobierno estaba
muy interesado en legislar sobre ellos…
Sea como sea, no es normal. Es como si
nos hubieran practicado una lobotomía colectiva para seguir vegetando, que no
viviendo, mientras otros hacen y deshacen en nuestro presente y nuestro futuro.
Y puestos a ser crédulos, prefiero
retirarme a Macondo, donde nadie se extrañó cuando Melquiades volvió de entre
los muertos porque no soportaba estar solo; y el padre Nicanor levitaba al
tomar una taza de chocolate, y un niño nació con cola de cerdo, y otro lloró en
el vientre de su madre; y Remedios ascendió a los cielos mientras plegaba las
sábanas, y los conejos y las vacas se multiplicaban al paso de petra Cotes.
Mucho más real, donde va a parar….
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