Ya está hecho. Porque dicho, hace mucho tiempo que estaba. Pero está escrito, y eso va a misa. Al presidente Zapatero le quedan exactamente 55 días en Madrid, antes de retirarse a sus cuarteles leoneses, según se dice por ahí.
En 55 días (más los que esté en funciones, que es estar sin estar), dejaremos de hablar de él, de echarle la culpa de todo, de tenerlo a todas horas en el salón de casa, en el ascensor, en la terraza del bar, como aperitivo imprescindible de la cerveza; en la peluquería, en el Metro o en los paseos al sol. Simplemente, se esfumará.
Claro que, durante unos meses, oiremos eso de la herencia que ha dejado, que por su culpa estamos como estamos, que ha sido el peor presidente de la Historia, que... Todo eso se irá difuminando con el tiempo, se irá volviendo borroso en la memoria, se desdibujará poco a poco hasta que no reconozcamos la imagen. Hasta que sólo lo encontremos en la hemeroteca o tecleando su nombre en el Google.
Es la condición humana. Relegamos a un rincón de la memoria lo que un día nos ilusionó, lo que nos llenó de alegría, lo que aplaudimos, y dejamos en primer plano lo negativo, los errores-pequeños y grandes-, para justificar el alejamiento y el olvido.
No voy a malgastar palabras para contar los fallos de bulto que ha tenido este presidente en tiempo de descuento. Tampoco para justificarlo hablando de crisis global, de situación similar en países con gobiernos de izquierdas y derechas, y hasta de países sin gobierno. Ni siquiera hablaré de talante.
En 55 días, dará igual lo que se diga o se haya dicho. Hoy me quedo con la imagen, ya borrosa, de un hombre que llegó con ilusión, del que todos hemos opinado y que sólo espera que la Historia lo juzgue.
En este país nos hace falta siempre mucha distancia para valorar las cosas, y a los gobernantes más. Todos los que hemos tenido en la democracia han salido mal. Luego el tiempo va poniendo a cada uno en su sitio, o ellos mismos se colocan en el consejo de administración de alguna gran empresa. Zapatero no ha sido tan mal presidente. Nos hace falta tiempo, y valorar la herencia envenenada -ésta sí- que recibió envuelta en merengue.
ResponderEliminar