Creo que quedó clara hace un par de días mi amenaza de seguir hablando de sorpresas. Y yo no amenazo en vano. Si acaso, me tomo mi tiempo, pero cumplo. Y me apetece muchísimo cumplir. Casi se me hizo de día en la sorpresa de noche, pero quedaban aún muchas horas para emocionarme y para sorprenderme. Y para seguir llorando, que ya no sé si el sudor, la cerveza, los cafés con hielo y las cocacolas han encontrado otra vía de salida distinta de la que la naturaleza humana ha dispuesto.
Estaban todos los que quería ver, y no había nadie de los que prefiero no encontrarme. El inicio perfecto, el lugar, mi segunda casa durante años, las flores en el centro; los sentimientos, donde tienen que estar, a flor de piel.
Y las palabras, en un precioso mueble con cajones de cerámica repletos de notas para mi. De notas cariñosas, más o menos largas, ingeniosas algunas, concisas otras; preciosas todas. Por aquello se subirme la autoestima mientras escribo, y las tengo todas esparcidas sobre la mesa, leo cosas como "el ángel de Alcaldía", "la McGiver de los asuntos públicos", "la mejor secre"... Y "la más gruñona", "la que más veces me ha mandado a hacer puñetas", "la que más broncas me ha echado", o la mujer frágil bajo el aspecto de dura. Dieciséis años dan para conocerse bien. Pero veo sobre todo repetidos los conceptos de amiga, compañera. En todas las cartulinas, y con eso me quedo.
Gracias, Belén, por el cariño con que lo has preparado, y por resistirte hasta el último momento a contarme quien venía. Por darme la sorpresa de encontrarme un Ayuntamiento casi completo, con amigos de Secretaría, de Oficialía Mayor, de Gestión Tributaria, de Intervención, de Estadística, de Informática, de Educación, de Patrimonio, de Cultura, de Festejos, del Servicio de Limpieza, de Bomberos, de Archivo, de Información, de Obras, de Servicios Sociales, del Centro de la Mujer, de Personal, Carpintería, Delegado Sindical, Ordenanzas, Biblioteca, Parque Móvil... Y creo que no me olvido de nadie.
Una vez más fui incapaz de agradecer como merecía la ocasión, tanto cariño hacia mi, que no sé si lo merezco. He intentado, en todos estos años, ser buena compañera, buena amiga, ayudar en todo y pedir ayuda a todos, por mi afán de aprender, de hacer las cosas bien.
Y un montón de papelitos amarillos en mi mesa me dicen que, aunque me haya equivocado muchas veces, me lo habéis perdonado, como buenos compañeros, como buenos amigos.
Gracias por un día tan especial y por 16 años maravillosos de mi vida, que vosotros habéis hecho buenos. Y por las flores, y el óvalo de cerámica tan bien elegido.
Seguiré mojando la arena cada vez que recuerde esa comida en La Antigua.
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