Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Desde Macondo. UNA DE ROMANOS


Tengo la molesta sensación de estar asistiendo a una interminable sesión de cine en la que, sí o sí, tienes que tragar lo que te echen. De todos los géneros y casi siempre con el mismo reparto. Sin poderte mover de la butaca aunque te duelan la espalda, la cabeza y el entendimiento, aunque sea infumable lo que sale en la pantalla. Una detrás de otra. A veces western malos, de cuatreros a los que siempre sacan sus amigos de la cárcel, burlando al sheriff y a quien se ponga por delante. Otras veces, rancias cintas españolas con profusión de caspas, señoritos y diligentes Gracitas Morales; hasta del cutre destape y humor zafio de la época de Esteso y compañía.
      O de mafiosos de serie B, de torpes delincuentes a los que se le cae la media de la cara mientras roban el banco; de piratas con decorados marinos imposibles, de intriga que no intrigan a nadie por previsibles, de amor irreal, cuando triunfa el amor entre la pobre sirvienta y el príncipe; de guerra en la que siempre ganan los americanos (o los alemanes), históricas con castillos de cartón y poco rigurosas con los hechos, galácticas, fantásticas…
      Y así hasta el infinito. Digitalizadas o como toda la vida. Hasta en 3D. Sin solución de continuidad y sin que nada suene a estreno. Es lo de siempre y nos han sacado la entrada contra nuestra voluntad. Día tras día, cual si cada uno de nosotros fuéramos un moderno Sísifo, condenado a empujar perpetuamente un peñasco gigante montaña arriba hasta la cima, sólo para que volviese a caer rodando hasta el valle, desde donde debía recogerlo y empujarlo nuevamente hasta la cumbre por los siglos de los siglos.
      Vemos desfilar políticos o empresarios corruptos, una trama tras otra, hasta que llegamos a confundirlas en la misma, todos los escenarios posibles, Congreso, Senado, Gobiernos, Partidos políticos de todos los colores, Casa Real, Juzgados, folclóricas, amadores viajeros, banqueros… Un amplio reparto que no cabe en los títulos de crédito de las pantallas.
      Nos han convertido en simples figurantes en las películas que se han montado. Somos los que pagan las entradas y financian las producciones, sin derecho a nada más. Si acaso, a pedir que nos cambien la cartelera cada cuatro años.
      Una echa de menos esas pelis de romanos  de las tardes del sábado en las que tenías claro que los buenos eran los cristianos y los malos, los leones; que Ben-Hur ganaría la carrera de cuadrigas, que para eso era el prota; que Cleopatra pagaría por su perfidia y que César cruzaría el Rubicón.
      Y que los malísimos como Calígula y Nerón, tiranos, responsables de hambrunas y miserias entre el pueblo, y que tocaban la lira mientras ardía Roma, tuvieron el final que se merecían. Ay, cuánto tiempo sin ver una de romanos...

No hay comentarios:

Publicar un comentario