Ayer escribí con las
tripas. Rápidamente, para defenderme de la cabeza, empeñada en racionalizar la tragedia en toda su magnitud, y del corazón, ese músculo tonto que sólo notas
cuando te lo parten.
Hoy escribo desde ese
dolor que se instala en cada fibra, en todas las partes del cuerpo, de la
cabeza a los pies, y desde el recuerdo, que es capaz de arrancar una sonrisa,
como seguro querría Miguel.
Pero sobre todo,
escribo desde el sentimiento compartido. Del
Miguel Solana esposo, padre, hermano, profesor, compañero, empresario,
concejal, amigo, vecino, conocido.
Del talaverano comprometido, el
del carril-bici, el obsesionado por la educación vial, que no ha llegado a ver
abierto el parque de sus dolores, el que
siempre será para mi “Parque de Tráfico Miguel Solana”, decidan lo que decidan
nuestros munícipes.
El tanatorio me ha
enseñado-corroborado más bien-todas las dimensiones de Miguel. He visto todas
las casas donde va a habitar para siempre, porque los cristales de las lágrimas
son transparentes, y permiten ver el interior con claridad. No hay cortinas que
tapen el sentimiento verdadero.Con la naturalidad, y las prisas, que siempre le han caracterizado, Miguel ha tomado posesión de su sitio en cada uno de nosotros. Está sentado frente a mí soplando la taza de café, y hablamos de proyectos. Y al tiempo, se marcha a la radio para dar consejos y dice a su alumna que gire a la derecha, mientras piensa en la reunión con sus compañeros de autoescuelas, que lo están pasando mal.
Y ahí me deja, con el café en la mano, seguro que se ha quemado el alma, porque tiene prisa. Tiene muchas casas que visitar y se quedará en todas.
Para siempre.
No tuve la suerte de tratarlo, aunque sí nos conocíamos y cruzábamos saludos al encontrarnos. Sin duda, un hombre bueno, en el sentido machadiano del término.
ResponderEliminarTanto tu texto de ayer, como el de hoy, me han parecido un grandísimo homenaje. Descanse en paz.
Gracias. Me parece de justicia, en la medida de mis posibilidades, dar a conocer que se ha ido un hombre bueno, alegre, divertido y que siempre que lo necesitabas, estaba ahí. Rara avis en este mundo.
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