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miércoles, 14 de marzo de 2012

Desde Macondo. LA PESTE DEL OLVIDO

Tras la epidemia de insomnio, y como daño colateral, llegó la peste del olvido. Y es que en Macondo no se privaban de nada. Igual que en estas tierras de nuestros dolores.
Hay muchas cosas que nos quitan el sueño, que nos mantienen en una duermevela constante en la que es difícil separar realidad de ficción, vida de sueño. De esto no puede estar pasando, pero pasa. Son muchas cosas. Demasiadas. Tantas, que corremos serio peligro de contraer la peste del olvido y no recordar nunca más lo que estamos dejando de lado. O atrás para siempre.
Nos quitan el sueño Europa (Dios la confunda y Júpiter la vuelva a raptar), la crisis, la deuda, el déficit, el paro, la hipoteca y los recortes y los recortes. Pero en la vigilia, olvidamos términos como felicidad, confianza, futuro, bienestar, amigos, familia, vida…Tristemente olvidamos también Somalia, Chad, Mali o Burkina Faso, enterradas entre el hambre y la sed; Siria, las guerras, los niños soldado, el planeta en peligro, el agua que no llega. Están lejos, lejísimos en nuestra memoria. Miramos nuestro ombligo y olvidamos lo demás.
Tal vez sea el momento de inventar un sistema para atajar la peste del olvido. José Arcadio Buendía lo encontró. Etiquetó todos los objetos,
animales y plantas que constituían su entorno. Puso un letrero con “gallina”, otro con “cacerola”, con “pared”, con “silla”, con “mesa”. . Hasta uno con “Dios existe”. Escribió cientos de carteles… Hasta que se le olvidó leer.
Y en ese trance estamos. Los recuerdos se van difuminando y los carteles ya no sirven, porque estamos olvidando leer y hasta escribir. En Macondo, lugar mágico, Melquiades regreso de la muerte con un brebaje que acabó con la epidemia.
Aquí… No hay magia que valga. Estamos solos con nuestros olvidos y con nuestros recuerdos. Estamos obligados a recordar, porque olvidar es renunciar, y tiene que llegar el momento en que se cuente eso de “hubo una crisis”. En pasado. En el recuerdo.
Hay que traer al presente lo que se empeñan en enterrar en la desmemoria. Hubo derechos, y los recordamos; hubo solidaridad, y también la tenemos fresca. Y hubo esperanza, ganas de luchar, donde ahora solo nos quieren hacer leer el cartel de resignación.
Nadie va a venir con una poción mágica para curarnos de la peste del olvido. Debemos fabricarla nosotros mismos, y tenemos que hacerlo ya.
Aunque claro, con los recortes, está la ciencia para pocas investigaciones.

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