No se me ocurre ninguna frase ingeniosa para felicitar el año, a pesar de que circulan a miles por Internet, por los SMS o los watsap. Y me parece, por escaso, muy frío eso de feliz entrada y salida del año. Es como si sólo deseáramos felicidad por un ratito, el inmediatamente anterior y posterior a las uvas. Lo de desear salud y suerte, se da por sabido, aunque a veces es fuerte la tentación de querer desesperadamente que a alguien le caigan encima las doce plagas bíblicas.
Pero acaba un año y empieza otro, y parece obligado dirigirse a los amigos para que sepan que los quieres, que confías en que te sigan queriendo, que te duelen sus pesares y te alegran sus alegrías.
Por eso voy a intentar regalar doce palabras que están ahí para que las usemos, para que las deseemos, para que las entreguemos a quienes nos importan. En doce palabras, por los doce meses, quiero resumir mis deseos de Año Nuevo.
Esperanza es la palabra de enero. Queda mucho tiempo por delante, y hay que empezar a subir la cuesta pensando en la cima. Alegría para febrero loco, para no decaer, y firmeza en marzo, aunque el viento amenace con arrastrarnos.
Amor en abril, cuando el sol empieza a calentar y el rumor del agua suena a música celestial. Para mayo, colores, que destierren el gris del invierno e iluminen los días más largos. Prosperidad para junio, cuando están a punto las cosechas, y amistad en julio, en las noches calurosas que se prestan al encuentro y las confidencias.
Imaginación en agosto y reconciliación en septiembre, para no dejar cuentas pendientes cuando empieza un nuevo curso.
Trabajo y salud en octubre (y en todos los demás meses), y añoranza en noviembre, cuando siempre nos falta alguien.
Y futuro en diciembre. Feliz 2012.
sábado, 31 de diciembre de 2011
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Buen diccionario. No se necesitan muchas palabras para expresar lo fundamental. ¿Ya hemos dicho alegría? Que tengamos para compartir. Por un cálido 2012
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