Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

domingo, 19 de septiembre de 2010

ADIOS A LOS QUE SE QUEDAN...

Y a los que se van, también. Es el inicio de la "Albada" de Labordeta, una de esas canciones-himno que hablan de la tierra, de los amigos, de la añoranza, de la partida y del regreso. Pero no voy a hablar de Labordeta. Voy a hablar de mí, y de él, y de los que nos quedamos. De una generación que casi no tuvo tiempo de acusar la falta de libertad, por los pocos años, pero que la sentía como un pellizco en el estómago. Maduramos con las primeras elecciones generales y no tuvimos tiempo de votar la Constitución, pero vivimos intensamente el nuevo país; fuimos los primeros en asomarnos a la ventana para respirar los nuevos aires y en abrir los ojos y los oídos asombrados para ver y escuchar a esos tipos míticos de los que hablaban nuestros hermanos mayores.
Tipos duros armados de guitarra y poesía que cantaban a la libertad, a la justicia, a las cárceles abiertas, ante un público muy joven, demasiado joven para entenderlos bien. Los mayores aún no se atrevían a ir a esos conciertos en lugares inverosímiles, en barrios marginales de Madrid, en paraninfos universitarios, en pequeños garitos progres...
Así crecimos los que nos quedamos. Raimon, Lluis Llach, Paco Ibañez, Labordeta, y Daniel Viglieti, Silvio Rodríguez, Violeta Parra o Quilapayun, que la libertad no era solo cosa de España.
No pude votar en las primeras elecciones, pero ya estaba en la Universidad (hace muchos, muchos años, era una niña precoz). Tuve, sin embargo, la oportunidad de escuchar a casi todos los que hacían lo que entonces se llamaba canción protesta, y que cantaban gratis en cualquier mitin de izquierdas.
Desde entonces, y periódicamente, saco de su funda un disco que me remueva la conciencia, que abra las ventanas de mi vida para que entre aire fresco.
Otras veces, como esta mañana, el viento se cuela sin que lo llames. Con el verano se ha ido Labordeta, y han venido mis recuerdos sin previo aviso.
En mi casa suena "Recuérdame como un verano ido, como un árbol cansino, como un hombre sin más". Y fuera, está la certeza de que" los campos desiertos volverán a granar unas espigas altas, dispuestas para el pan".
Labordeta deja, entre los que nos quedamos, muchas soledades por kilómetro cuadrado, lo que él decía de su Aragón.

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