Leo con horror que la ONU afirma que miles de personas pueden
haber muerto de hambre en Siria
durante el cerco o el asedio de zonas en las que vivían medio millón de
personas. Pero me horroriza más el comentario del responsable de recursos
humanos de Naciones Unidas que hace tal reflexión: "Está absolutamente
prohibido matar de hambre como arma de guerra”.
Entretenidos como
estamos en levantar vallas, o en decidir si “colocamos” a unos centenares de
pobres refugiados, si a ti te colocan 58 y a mi 122, no nos detenemos a analizar
todo lo que de cruel, de inhumano, de irracional, tiene el asunto. No estamos
matando el ansia por llegar a un mundo mejor, ni la búsqueda de la felicidad o
de la tranquilidad; no estamos deteniendo con vallas o concertinas, con
ejércitos, patrulleras marinas o gases lacrimógenos a quienes esperan un mundo
mejor para sus hijos, a quienes buscan un futuro sin sobresaltos.
Estamos matando el
derecho a soñar. A no morir de hambre.
Pero estamos en
nuestras cosas. Nos estremece, como una rápida sacudida eléctrica, la imagen de
un niño helado y lloroso agarrado a una valla, da igual en Austria que en
Macedonia; o la del pequeño que se aferra a una periodista mientras busca a su
familia, perdida entre los gases de una carga policial. Un segundo. Tan corto
que no nos da para pensar que igual huyen del hambre, además de huir de las bombas.
Que igual han soñado con paz y comida y que, a este lado del mundo, también les
negamos ese derecho.
Los que ahora chapotean en el
barro, los que se hacinan bajo plásticos y estufas improvisadas en latas
viejas, han debido soñar, antes de
toparse con la realidad, con un mundo en el que muerte y el dinero no sean los que mandan; en
el que la guerra no sea los inocentes y los pobres, sino contra la pobreza, en
el que la comida no sea para unos pocos, sino para quienes necesiten comer para
no morir de hambre. Seguro que han soñado con sueños sin interrumpir por el
ruido de las bombas o de las tripas vacías, por el llanto de los niños, por el
trueno de la tormenta o el agua helada buscando los huesos.
Seguro que han soñado con un
mundo en el que tengan derecho a soñar, y hete aquí que llegamos nosotros con
la guadaña, dispuestos a matar todos los sueños. Ya hemos echado un vistazo al
Telediario. Ya tenemos la ración diaria de salvamentos en el Egeo, de lágrimas
y mocos, de padres y madres desesperados embistiendo la valla de turno… Y a
otra cosa. A ver qué pasa con el “Brexit”, que nos va la vida en que Inglaterra
se quede en la Unión Europea. O cuándo tendremos Gobierno. Cuándo se arreglará
el país, si habrá o no nuevas elecciones. Nuestras realidades de cada día.
Hace mucho que no soñamos y, en
cualquier caso, las declaraciones de derechos humanos de la ONU, las de 1948,
cuando la constitución, y la posterior, un cuarto de siglo después, no incluyen
el derecho a soñar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario