Extraña
esta campaña electoral que estamos viviendo, en la que los
contendientes, más que candidatos o personas, simplemente, son
personajes. Dice el diccionario de la RAE, siempre dispuesto a poner las cosas en su sitio, que personaje
es"Cada
uno
de
los
seres
reales
o
imaginarios
que
figuran
en
una
obra
literaria,
teatral
o
cinematográfica
".
O en un progama de televisión, o en un cómic. O escapadas directamente de un cuadro de Velázquez (operación Menina).
Los
hemos visto a todos en un programa de aventuras, haciendo puenting o
escalando montañas; en rallyes de alto riesgo, bailando como posesos
en coreografías estúpidas, jugando al futbolón o cocinando
mejillones; como
"estrellas invitadas en programas del corazón y hasta haciendo
la compra con media docena de cámaras detrás.
Auténticos
personajes que,
más frecuentemente de lo deseable, nos hacen pensar en todo menos en
política seria. Imaginaba yo la noche del debate, la noche N del día
D, a Rajoy repanchingado en su sillón, cual don Pantuflo Zapatilla,
con su batín, puro y Marca en ristre, mientras en la pantalla Zipi,
ZapeSapientín y doña Hipotenusa se batían el cobre. Y me salía
una historieta de cómic perfecta. Aunque el padre de los traviesos
gemelos sea del Barça, y el presi, del Madrid.
La
política-espectáculo que podría justificarse en pequeñas,
pequeñísimas dosis, nos sale por las orejas, que no hay vez que se
enchufe la tele y no salga algún candidato en modo superstar. Está
bien que se acerquen al pueblo, que muestren un poco de esa "piel"
que Floriano echaba en falta en un desafortunado video de precampaña
del PP. Pero esto no.
No
es de recibo que los votantes, los que están
sufriendo lo peor de la crisis, los que no llegaban antes a fin de
mes, y ahora no se acercan ni a la mitad, los que han tenido que
cerrar su negocio,
los
que se apañan con la exigua pensión de los abuelos, los
que capean el frío del invierno con la pobreza energética, que se
extiende como una balsa de aceite, los miles y miles de personas que
acuiden a los bancos de alimentos, los
jóvenes que sólo ven su futuro fuera de España, tengan que pasar
por el amargo trance de ver a los futuros padres de la patria
cantando, bailando, aprendiendo
a encender la vitrocerámica, haciendo
excursiones en helicóptero o rallyes por el desierto.
Eso
no es piel. Es más bien el pellejo que sobra tras una operación de
estética y que no sirve para nada, que va directamente al cubo de
los desperdicios. Los ciudadanos, los sufridos votantes, se merecen
algo más que saltimbanquis,
bailarines
o aspirantes a masterchefs. No sé a ustedes, pero yo no me creo que
estén pensando en los pobres, en los parados, en los dependientes,
mientras muestran sus habilidades con la guitarra, en la cocina o
jugando al dominó. Pretendiendo crear cercanía, crean distancia.
Cuando
el coronel Aureliano Buendía regresó a Macondo, con mando en plaza,
decidió trazar un círculo de tiza a su alrededor para que nadie se
le acercara demasiado, a
menos de tres metros. En el centro de este círculo que sus edecanes
trazaban dondequiera que él llegara, y en el cual sólo él podía
entrar, decidía con órdenes breves e inapelables el destino del
mundo".
Nuestros
gobernantes han salido del círculo. Y volverán a él después del
20-D. Cuando dejen de ser personajes.
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