No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada entre los párpados. Si pudiera, le diría que se vaya; pero tengo una mujer atravesada en la garganta (Eduardo Galeano)
Y aquí estoy, aunque no me hayas esperado.
Sé que me leerás. Siempre lo has hecho. Aún cuando ya leer te era difícil y
mucho más contestarme, poner ese comentario amable que engordaba mi ego, que me
hacía sentirme buena. Quedan, para ti y para mi las largas conversaciones en el
ciberespacio, cuando ya la cruel enfermedad se había atravesado en tu garganta
cercenando tu voz poderosa y clara, y sólo quedaban las letras, y los ojos,
para comunicarnos.
No me has esperado, y busco en vano la
luz verde junto a tu nombre que me indica que estás en línea, que podemos
hablar de lo divino y lo humano, que podemos reírnos sin sonido, con un
ja,ja,ja que nos sirve igual; y que no me contestarás con el pulgar hacia abajo
cuando te pregunte cómo estás.
Qué va. Ya sabes que soy tu experimento.
Los primeros pendientes colgaron de mis orejas casi al tiempo que de las tuyas.
Y me puse en el brazo, con más miedo que vergüenza, la primera pulsera de cerámica,
delicada, frágil. Pero tuya. Y el colgante de Las Mondas, y el abanico, pionero
de los cientos que después pintaste.
Antes que la muerte se atravesara en tu
garganta hablábamos de teatro, y de libros, y de toros. Y de todas las ideas
que pugnaban por salir atropelladas de tu cabeza para llegar a las manos de
artista. Miro a mi alrededor y veo las minúsculas pilas de agua bendita, los
pendientes rojos y los morados, del que sólo queda uno porque no llegaste a
hacerme el que se rompió. Y los verdes, como una hoja de parra.
Te prometí que volvía en septiembre y,
con Frida en tu regazo, me miraste asintiendo.
Pero has tenido prisa. No sé. Ya sabes que siempre se dice que el oficio
artesano se va perdiendo, y tal vez allá arriba, en las nubes, necesiten una
maestra; o están aburrridos y precisan una actriz de raza que, sin IVA, les
proporcione mil y una tardes de teatro.
Voy a aguzar el oído para escucharte en
el silencio. Y a escudriñar las nubes, buscando una greca azul y blanca, de las
que tu pintabas. Y a buscar ángeles con alfileres de corbata de cerámica, y
palomas con peinetas con alegres entre las plumas.
Y sabré que no te has ido. Simplemente,
has trasladado el taller. Aunque ahora me queda tan lejos…
Que bonita despedida.
ResponderEliminarAl final pude releerlo. No sabía que Jose se había marchado con ella. Sí, ahora nos quedan muy lejos, pero en nuestro pensamiento..., en nuestro pensamiento tan cerca!.
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