¿Alguien se acuerda de Hug el Troglodita? Vale, es de hace mucho tiempo, pero es que una ya tiene un largo recorrido. Pues para los que no lo sepan, era un personaje de tebeo (ahora cómic), cuyas andanzas discurrían en la Prehistoria, entre dinosaurios y esas cosas. Pues bien, el amigo Hug, que no era muy agraciado, nos mostraba la forma de ligar que se llevaba en su época. Describo: Fijarse en la mujer adecuada, golpearla en la cabeza con una porra, agarrarla de los pelos y llevarla a rastras hasta casa. Y vivir felices y comer perdices o mamuts o lo que comieran, hasta que la muerte los separara.
Eso era hace un millón de años, cuando los dinosaurios poblaban la tierra. Los dinosaurios han desaparecido; los trogloditas no. El meteorito que acabó con los grandes lagartos no eliminó los genes salvajes, machistas, primitivos o no sé como llamarlos, de los seres humanos.
Y andando los años, los siglos, los milenios, seguimos hablando de mujeres muertas a cargo de sus parejas o ex-parejas, que tanto da una cosa que otra.
No valen leyes, ni órdenes de alejamiento, ni pulseras de vigilancia, ni casas de acogida. No vale nada. Sólo la cifra de víctimas, dos, cinco, siete, con denuncias, sin ellas, con condenas, con teléfono del maltratador, en pueblos, en ciudades, españolas, ecuatorianas o marroquíes, bolivianas o rumanas. Muertas.
Parece que nos hemos resignado. Una más, qué horror, cuántas van este año, ¿son más que el año pasado por estas fechas? ¿Ha sido con un hacha o con un cuchillo? ¿Estaban los hijos delante?
Lo estamos convirtiendo en una conversación más, en algo habitual, como ver a Hug aporreando a su amada.
Tal vez tenga que caer otro meteorito sobre la tierra. O mejor, tal vez tenga que producirse otro Big Bang.
miércoles, 16 de febrero de 2011
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