Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Desde Macondo. TRAFICANTE DE SUEÑOS


Se llama Rami Adham y en Siria le llaman el “traficante de juguetes” porque arriesga su vida para llevar desde Finlandia, donde vive, cientos de muñecos y peluches para los niños sirios.
      Nos hemos acostumbrado, tristemente, a conocer el día a día de las organizaciones humanitarias, de los médicos que se juegan la vida en hospitales precarios, de los que intentan llevar víveres y medicinas a las poblaciones sitiadas para aliviar en lo posible su situación. Y nos parece casi normal. Es lo que se hace en tiempos de guerra. Esforzarse en burlar las dificultades, en saltar las barreras para llevar lo necesario a quienes más lo necesitan.
      Pero ocupados en lo urgente, se nos olvida lo importante. Son niños y, como tales, tienen que soñar. Y nadie lleva sueños a un escenario de pesadillas. Quizás por eso me ha conmovido especialmente la historia de este traficante especial que un día escuchó a su hija de tres años preguntarle porqué además de comida y medicinas no llevaba juguetes. Incluso ofreció los suyos propios.
      Rami llenó una bolsa de supermercado con juguetes de sus seis hijos, con “barbies” y peluches y volvió a cruzar la frontera. Según sus propias palabras, los niños, cuando llegó al lugar, no parecían impresionados por la comida y el dinero, pero en cambio quedaron extasiados y felices con los muñecos. “Cuando vieron los peluches, sus ojos de agrandaron y aparecieron esas enormes sonrisas en su rostros”.
      Y en ese momento decidió convertirse en traficante de juguetes. De sueños. Decidió devolver la capacidad de soñar a los niños que han perdido su niñez. Ahora que su historia se conoce, y que cuenta con la ayuda de organizaciones humanitarias finlandesas, Rami insiste en seguir llevando él su preciada carga, y hace un par de semanas ha cruzado a Siria por vigésimo octava vez, llevando cientos de juguetes, alguno muy especial para Miral, una niña de ojos enormes que vio a su padre morir torturado. Es un pony rosa púrpura con su cola brillante. Uno de esos que venden en cualquier chino por un par de euros, y que nuestros niños arrinconan tras jugar un ratito.
      De cuando en cuando, mirando de reojo un telediario, nos conmueven las imágenes de un niño herido, de otro aturdido por el ruido de las bombas e incluso, de algún pequeño cuerpo aplastado bajo las ruinas de una casa o inerte en una playa o en una calle. Nos indignamos y despotricamos. Nos apenan su dolor, sus miedos y su hambre.
      Pero no pensamos en sus sueños. Y la vida, también es sueño. Es un oso de peluche, una barbie y un pony de colores.  Afortunadamente, alguien ha descubierto que merece la pena traficar con juguetes. Y con sueños.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Desde Macondo. EL RECAUDADOR

Aunque no lo parezca, que el título ya pone en guardia, esto va de Ferias. Aunque hay que fastidiarse, que ni con ocasión de un evento festivo podemos librarnos de la maldita economía (macro y micro) que se ha adueñado de nuestro ser. Pienso en la Feria y la imagen que me devuelve el pensamiento no es la de las tómbolas, los chiringuitos, la noria o el tren de la bruja.  Ni apelando a la gula, ya sabéis, cervecitas, pinchos morunos, montaditos de lomo o chocolate con churros, consigo tener cuerpo de jota.
            Y es que me ha dado por pensar en el “titular” de la Feria de Talavera, en San Mateo, que se me representa como un avieso banquero, como un siniestro cobrador del frac con un enorme saco en el que va echando nuestros dineros, nuestra alegría y nuestras ganas de diversión.
San Mateo. Mira que hay nombres en el Santoral y advocaciones a las que encomendarnos. No es que yo conozca muchos santos, pero seguro que hay unos cuantos más dicharacheros y más adecuado para apadrinar una feria, especialmente en estos momentos, que el susodicho, que tenía como oficio recaudar impuestos y que, por tanto, era odiado y temido a partes iguales. Eso sí, hasta que Jesús lo llamó a su vera y vio la luz.
Dice su biografía, que me la he leído, que los publicanos o recaudadores de impuestos se enriquecían fácilmente, y que al que nos ocupa, a Mateo, le atraía la idea de hacerse rico prontamente, apretando las tuercas a los pobres ciudadanos e insensible a su sufrimiento y a las penurias a las que los condenaba por su voracidad recaudatoria. ¿A que os suena?
En fin, a diferencia de todos en los que estáis pensando, éste se hizo bueno, lo elevaron a los altares y le pusieron su nombre a unas cuantas ferias, entre ellas, a la de Talavera. Y en esas estamos, intentando pensar en el buen hombre y olvidando todo lo demás, aunque sea labor de titanes.
Pero a ver quién es la guapa que puede abstraerse, en pleno auge del precariado, de noticias sobre corrupciones y enriquecimientos ilícitos varios, mientras os afanamos en subir la cuesta de septiembre, en arreglar algún excesillo de verano y en proveer para el largo invierno…
En fin, habrá que  honrar a San Mateo. Igual intercede para que sus “colegas” del tiempo presente también abandonen la senda del mal y se reciclen en hombres buenos, piadosos, compasivos, comprometidos con los que menos tienen, luchadores contra la codicia y la explotación del débil.
Felices Ferias.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Desde Macondo. CUESTIÓN DE “UMBRALES”

Siempre ha habido ricos y pobres. Faltaría más. ¿Quién no lo ha dicho alguna vez? Claro, que lo decíamos como un refrán, como una frase hecha, sin plantearnos siquiera el significado real de las palabras. Y sin pensar, por supuesto, en umbrales de riqueza. De pobreza, mucho menos. Qué vestido, o qué coche o qué reloj más bonito. Tú que puedes. A ver chica, siempre ha habido ricos y pobres.
      Ricos de mentira y pobres igualmente falsos. Pero eso era antes. Cuando no sabíamos que los millonarios se han multiplicado desde que comenzó la crisis, y que siguen aumentando los millones. Y que muchísimos españoles son pobres, entendiendo por pobre el no poder satisfacer sus necesidades básicas (léase comer, calentarse, vestir decentemente o enviar a sus hijos a la escuela con el material requerido). Que no se trata sólo de poder ir de vacaciones o cambiar de coche.
      Todos sabemos en qué parámetros se mueve el umbral de la pobreza, pero desconocemos el de la riqueza. Se toma como base el salario medio (no el mínimo, que ya es ciencia ficción), y se descuenta un sesenta por ciento para saber quiénes son pobres y poder dar esas aterradoras cifras de casi el 25 por ciento.
      Pero nadie nos cuenta el umbral de la riqueza, cuantos millones hay que tener para hablar de ricos, cuántas amnistías fiscales, capitales evadidos y tributaciones de risa hay que acumular para entrar en el club de los elegidos.
      Porque ya no vale el concepto de sociedad, de nación que nos habían contado. El hombre vive en sociedad, que es un espacio para la solidaridad y la redistribución de la riqueza. Aunque siempre hayan existido ricos y pobres, porque nada es perfecto.
      Llevamos toda la vida hablando de erradicar la pobreza, de acabar con el hambre, de llegar a un gran acuerdo para que el mundo cambie. Todos hemos soltado la lagrimita, o al menos hemos hecho algún puchero, con las imágenes de la hambruna en tal o cual país africano. Y hemos seguido a lo nuestro. Ni objetivos del milenio ni leches.
      Y es que lo hemos planteado mal. No hay que sentarse a hablar sobre la pobreza, porque docenas de cumbres no han conseguido casi nada. Hay que hacer un pacto contra la riqueza para que todos podamos seguir habitando nuestra parte del mundo sin abismos insalvables, sin cruzar umbrales que nos lleven al cielo o al infierno.
      Macondo, que fue próspero y feliz, donde todos tenían igual acceso al sol y al agua, se convirtió en un lugar de aislamiento y pobreza cuando la compañía bananera desmanteló las instalaciones, y sus directivos se marcharon con las riquezas acumuladas durante años.
      Y luego vino el diluvio.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Desde Macondo. FASCÍCULOS COLECCIONABLES

Aturullados como estamos entre investiduras y despropósitos varios, tertulias, reuniones, encuentros y desencuentros y demás ingredientes de este gazpacho atípico de verano que nos han montado, no hemos caído en que, con el final de las vacaciones, el inicio del curso escolar y el judicial (el político no, que no hemos aprobado y repetimos), vuelven a escena, como si no pasara nada, los fascículos coleccionables.
      Ya sé que son un clásico de septiembre, pero como todo está siendo tan raro… El caso es que entre las caras de Rajoy y de Sánchez, de Rivera y hasta el exministro Soria, se han colado unas cuantas colecciones. Como siempre en estas fechas. Aún no son demasiadas, o yo no las he visto, pero haberlas, haylas.
      Por el momento, ya he apuntado la del Seat Seiscientos por piezas, que promete dejar en la vitrina, para la posteridad, una maqueta monísima. Para los nostálgicos.  Y hay también abanicos, que falta nos hacen con estos calores,  y los de manualidades varias, destacando, por supuesto, los punto de cruz, con toda clase de plantillas, modelos e hilos de colores. Vuelve la  casa de muñecas, y una colección de Mitología Clásica, con un enorme Hércules en la portada.
      Y aunque no lo creáis, también hay polémica en las colecciones, que una importante editorial ha tenido que modificar la suya, con figuritas de Playmobil incluidas, porque en 'La Aventura de la Historia' no incluía ninguna mujer. La presión de las redes sociales y hasta del Gobierno Valenciano les ha ablandado el corazón, y entre los 60 clicks van a incluir alguno como Nefertari, Hipatia de Alejandría, Juana de Arco, la reina Victoria, o Marie Curie.
        En fin, que empieza la temporada, y otro año más que no me decido, que tengo que decir con vergüenza eso de "yo nunca he coleccionado nada". Ni cromos, ni recortables de muñecas, ni chapas, ni canicas ni conchas de la playa. Ni tan siquiera las películas o libros que vienen con el periódico que compro a diario. Siempre sucumbo a la cara de circunstancias del kiosquero que me pide el cupón para un cliente de toda la vida (como si yo fuera de anteayer). Y sigo sin colecciones e imaginando con envidia cómo debe ser eso de esperar al lunes para que te den el próximo abanico o el cañón del barco o la chaisse longue de la casita de muñecas o el hilo rojo de seda para hacer un angelote de petit point.
      Mientras me decido, colecciono sonrisas, experiencias, amigos, sensaciones, ilusiones, esperanzas... No lucen en las vitrinas, es verdad, pero ocupan su lugar en mi vida. Y no acaban con el final del curso.

jueves, 1 de septiembre de 2016

Desde Macondo. HASTA EL ÚLTIMO EURO

Si no fuera tan seria, me parecería hasta cómica la afirmación de Rajoy en el discurso de investidura, prometiendo que recuperará hasta el último euro robado por corruptos. Para empezar, tendremos que aclarar qué entiende el presidente en funciones por corrupción, que después de los últimos “retoques” de han dado al término, en amor y compañía de Ciudadanos, una ya no sabe a qué atenerse.
      Tendrán que explicarnos si son euros robados los sobresueldos, los salarios millonarios de banqueros rescatados, las jubilaciones vergonzosas de quienes han llevado sus empresas a la ruina o han mandado, ERE mediante, a miles de trabajadores a la calle y sin esperanza alguna. Euros robados también serían, digo yo, los de la generosa amnistía fiscal, los que no se cobran a las grandes fortunas, a las sicav o los que se perdonan graciosamente a las empresas en impuestos de sociedades. Y los que nos quitan a los españolitos de a pie que cobramos un salario de subsistencia.
Así se explica que los millonarios, los ricos, los poderosos, hayan hecho el agosto con la crisis que nos ha machacado a todos (menos a ellos). Y se explica también que los ricos sean más ricos y todos los demás, más pobres. Lo peor es que lo hemos asumido. Hablamos y hablamos de millonarios como se habla de términos que sólo son conceptos inabarcables, léase Dios, amor, tiempo, felicidad, eternidad. Intuimos que existen, pero los situamos en otra galaxia, con esa especie de temor que produce lo que no está en nuestras coordenadas, lo que se nos escapa.
Un millonario es alguien a quien no se puede mirar a los ojos, por si se ofende; alguien que extiende la mano esperando que le beses el anillo, como a un obispo; alguien que no camina: Levita. Es lo que queramos imaginar, porque algún gen tendremos por ahí, proveniente de la época feudal o aún anterior, que nos hace arrugarnos ante el poder que da el dinero, mirar al suelo y no atrevernos a abrir la boca, por si molestamos. ¿En qué cabeza cabe pedirles que paguen más? ¿Y si se enfadan? Pueden hacer que nos destierren, que nos corten la cabeza o que nos encierren en una oscura mazmorra, condenados de por vida a pan negro y agua corrompida.
Un ciudadanito de a pie, como yo, sólo puede mirarlos con reverencia, desde su insignificancia; en lo alto de sus caballos, con armaduras de oro y espuelas de brillantes, cegado por el brillo, atemorizado y cuidando de no despertar su cólera de resultados imprevisibles.
Y por supuesto, hemos comprobado que los políticos, alguno también rico y poderoso, tienen el mismo gen que todos nosotros. El del miedo a molestar, a incomodar a los señores.
Es más fácil, y menos arriesgado, incordiar a los siervos de la gleba, a los que siempre, a través de los siglos, se ha exigido todo a cambio de migajas. Hemos armado un ejército que huye a la vista del enemigo. Hemos creado una democracia que no es el poder del pueblo. Es el poder de los de siempre.
Y ahora nos cuentan que van a recuperar hasta el último euro…