Pensamientos, ideas, palabras que engulle la arena en el mismo instante en que se han escrito

miércoles, 27 de enero de 2016

Desde Macondo. GODOT NO LLEGA HOY

Tal vez mañana. Igual no viene nunca, o, si lo hace, ya no lo reconocemos. O no lo esperamos. Como en la obra cumbre del teatro del absurdo, aquí estamos, esperando no sabemos qué o a quién, con la clara conciencia de que cuando llegue, no vendrá a nuestro gusto.
       Va a ser verdad que no tenemos cultura de pactos, que nuestra democracia es muy joven, que hay demasiado personalismo (y cosas peores) en nuestros líderes políticos y que tampoco nosotros, los de a pie, estamos preparados para la vida moderna. Pero Godot está tardando demasiado y ya no nos creemos el “no vendrá hoy, pero mañana seguro que sí” con el que el chico sin nombre de la obra de Becket intenta mantener viva la esperanza de los protagonistas.
       Estamos esperando que pase algo y sobrecogidos por lo que pueda pasar. Unos, trabajando y esperando que dure. Otros, inventando los días que parecen tener mucho más de 24 horas. Todos con el miedo en el cuerpo, entre la esperanza y la desesperación, intentando captar mensajes entre el ruido, la tímida luz entre los nubarrones, el camino recto entre picos escarpados con abismos a ambos lados…
      Hablamos y hablamos para hacer más ligera la espera. Miramos a Europa con un ojo y a nuestra casa con el otro, pensamos mil soluciones, damos dos mil recetas. Y esperamos. No sabemos bien a qué. O a quien.  Todo está en compás de espera. La alegría está en compás de espera. Con la esperanza y con el futuro. Y sentados en la puerta los esperamos. A los tres.
      Aunque haya quien ya no espera nada, quien sabe que no vendrá Godot, que no existe porque es un personaje imaginario, de libro, y por tanto no puede solucionar nada. Me resisto a caer en ese momento, en momento exacto en que me dé igual quien pacte con quien, a qué acuerdos lleguen y cómo se repartan las carteras ministeriales. Porque entonces se habrá acabado el libro. Y la vida.
      Como el coronel, fundimos las monedas que ganamos haciendo peces dorados para seguir haciendo peces. Porque no se multiplican, aunque a veces, sólo a veces, también esperamos un milagro. Todo está en compás de espera. Las vacaciones, las compras que ayer eran imperiosamente urgentes, los planes de futuro, la vida…
      Tras haber participado en más de treinta batallas y otras tantas insurrecciones; tras engendrar 17 hijos  y hasta haber sobrevivido a un fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía se retiró a Macondo, donde pasaba los días haciendo y deshaciendo pececitos de oro. Y cuando el tiempo y los mosquitos lo permitían, se sentaba en la puerta de la casa, sin otro quehacer que matar las horas.“¿Cómo está, coronel?” “Aquí, esperando que pase mi entierro.
      Sigue pasando la vida por la puerta de los desahuciados, de los parados sin prestación, de los ancianos que no llegan a fin de mes, o de los miles de camareros sobradamente preparados que han tenido que salir de su país. Y que sospechan que le importan un pimiento a Godot.  Si es que existe.

jueves, 21 de enero de 2016

Desde Macondo. CRECER ERA ESTO

Se desgañitan los actuales gobernantes (en funciones), pidiendo pactos o lo que sea que les permita seguir cuatro años más en la “senda del crecimiento” que bajo sus auspicios ha emprendido España. Que nos permita seguir creciendo, ser el país que más crece del mundo mundial, espejo en el que se miran todos los demás, modelo a seguir, reserva espiritual de Europa y hasta unidad de destino en lo universal, que nunca he sabido lo que significa pero que se decía mucho en los tiempos de Franco.
          O nosotros o el caos. Hay que elegir entre mantenerlos a ellos o quedarse canijos, ir menguando y menguando hasta desaparecer. Y mire usted por dónde llega el Informe Intermon para explicarnos lo que es crecer, versión neoliberal-PP. Durante el año 2015 el patrimonio de los 20 españoles más ricos, el 1% de la población, aumentó un 15% frente a la inmensa mayoría de españoles que vio como sus ingresos disminuían vertiginosamente.. Veinte personas acumularon 115.100 millones de euros en 2015 en España, lo que equivale a la riqueza que concentra el 30% más pobre. Por cierto, la pobreza afecta, en mayor o menor medida, a unos diez millones de personas. El uso de los paraísos fiscales está creciendo también. La inversión desde España en 2014 creció un 2000%, la gran mayoría hacia las Islas Caimán.
           Y si a eso le añadimos otros datos como que los paraísos fiscales guardan casi 8 billones de dólares; que las famosas sicav, que permiten tributar grandes capitales a niveles irrisorios, movieron en España el pasado año 38.000 millones de euros o que apenas el quince por ciento de las empresas del Ibex pagan el impuesto de sociedades, pues eso, que nos extraña que alguien se crea que somos un gran país y crecemos más que nadie… Y que hay que seguir en la misma senda virtuosa.
           Esto era crecer. Y esto quieren que siga siendo. Lo que vulgarmente es la teoría del pollo. Hay un pollo para dos personas, en las estadísticas, medio para cada una. En la práctica, uno se lleva pechuga y muslos y contramuslos y el otro, las patas y el pescuezo. Una triste alita si es muy afortunado.
           Entre tanto ruido de fondo se hace difícil escuchar la realidad, pero está ahí y no conviene olvidarla.
           Para que no siempre sean los mismos quienes se coman el pollo.

miércoles, 13 de enero de 2016

Desde Macondo. A MÍ, PLIN

Siempre me han gustado los anuncios. Es más, a veces me parecen lo más divertido de una película o de cualquier programa.  Me encanta comprobar cómo han evolucionado, cómo cambian los mensajes, seguramente al tiempo que cambiamos nosotros, esas formas a veces pícaras, o zafias o sensibleras de tocarnos la fibra, de hacer que cale el producto, el consejo o la recomendación. Con puestas en escena rebuscadas o de lo más simple, pero con creatividad.
       ¿Quién no ha pasado una buena tarde recordando con amigos o familia esos anuncios de cuando éramos pequeños y todo lo que salía de la tele era mágico? Los del ColaCao, o el Centenario Terry, con la chica corriendo a caballo por la playa, pero también los anuncios del Gobierno, que se decía entonces. Son imágenes, y mensajes, que no se borran por mucho tiempo que pase.
       "Mantenga limpia España", "Cuando un monte se quema, algo tuyo se quema" o a un responsable Serrat cantándonos eso de "todos contra el fuego, tu lo puedes evitar", o el "Contamos contigo" para fomentar el deporte, "Ahorre energía, aunque usted puede pagarla, España no puede", "El no lo haría", sobre el abandono de mascotas, "pezqueñines, no gracias, debes dejarlos crecer", "Todos los días un plátano, por lo menos" , la musiquilla machacona del "Yo sí, yo sí como patatas", contándonos las bondades del sufrido tubérculo en época de escasez de tantas cosas, o el muy comentado consejo de "Póntelo, pónselo". Sin olvidar otras más prosaicas como "Si quieres más por tu dinero, llama, el Tesoro responde".
       Y “Hacienda somos todos”, que es dónde quería llegar. Llevamos diciendo la frasecita la friolera de casi 40 años, porque tal vez no recordemos que éste fue  eslogan publicitario de los primeros años de la democracia, cuando  todas las fuerzas políticas acordaron las líneas básicas de los impuestos, basando los ingresos del Estado en principios de justicia fiscal y haciendo que cada uno contribuyera al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica.
       No es que lo creyéramos a pies juntillas, que siempre hemos pensado que Hacienda somos unos más que otros, pero lo que jamás hubiera pensado es que, con el único fin de salvar a una Infanta de dudoso (para quien lo dude) comportamiento, toda una abogada del Estado, sí, del Estado que somos todos, además de la señora Urdangarín, pudiera decir sin despeinarse que “ésta es una expresión que fue creada en su día para el ámbito publicitario y no puede ser aplicado al derecho”.
       Se nos ha caído un mito. Ha sido tan duro como descubrir que los Reyes Magos son los padres, o que no hay un ratoncito Pérez que conserve amorosamente las piezas dentales que perdemos.
       Entre la indignación, el cabreo, la tristeza y la impotencia que da la certeza de haber perdido algo más que un slogan, ganas de dan de pasar de todo y, cuando llegue mayo, recordarle a Hacienda que hubo otro anuncio muy famoso: “A mí, plin. Yo duermo en Pikolín”.

jueves, 7 de enero de 2016

Desde Macondo. OBISPAS

Tengo curiosidad por sabe cómo serían ciertas “Pastorales” si estuvieran escritas por sacerdotas. O por obispas y arzobispas. Aunque quiero creer que de haber mujeres purpuradas, no serían tan osadas como para meterse en materia que no le corresponde. Aunque vaya usted a saber.
      Pero vamos, que no me imagino a una dirigente de la muy católica Conferencia Episcopal Española diciendo, con los cuerpos calientes de dos mujeres asesinadas por sus parejas, las mismas lindezas que escuchamos a nuestros ínclitos obispos, primero, metiéndose dónde no les importa y luego, con nulo o escaso don de la oportunidad.
       La penúltima, y muy curiosa teoría, ha corrido a cargo del arzobispo de Toledo, que ha deducido que los asesinatos de mujeres ocurren porque ahí no ha habido verdadero matrimonio y porque además en muchos casos ellas han pedido previamente la separación. Para entendernos, que algo tiene que ver la violencia machista y lo que él llama despectivamente divorcio express. Y añade don Braulio, no queremos suponer que desde su experiencia, que todo esto ocurre porque a las parejas formadas por hombres y mujeres les une solo “lo físico, lo genital y poco más”.
      Y esto, cuando terminábamos un año con cerca de sesenta muertes, y empezábamos el nuevo con dos víctimas.  Encantados estamos todos, en especial familiares y amigos, con la sensibilidad de nuestros “pastores”.  Lo dicho, no me imagino a una “obispa” hablando con tanta frivolidad de un asunto tan grave y del que, en principio, no tienen experiencia práctica. Digo yo. Por supuesto que no veo a ministra alguna de la Iglesia zanjando la discusión con un “: “Dejémonos de zarandajas, la ideología de género enturbia”.
       Enturbia que haya neandertales con mitra y anillo que, con más o menos disimulo, con más o menos fortuna, sigan pensando que somos seres de segunda, por supuesto para ocupar altos o bajos cargos en su Iglesia, pero también para tener espacio propio en la sociedad del siglo XXI. Y que no se cortan un pimiento en dar lecciones, en “aclarar” que si las mujeres no quieren hacer lo que les piden los hombres si no les pidieran el divorcio, si les obedecieran siempre, ellos no se verían obligados a matarlas. De tanto meterse dónde no les incumbe, de tanto obsesionarse con el sexto mandamiento, se han olvidado del quinto. No matarás.
      No creo que me alcance la vida para ver un sínodo de obispas, o un cónclave de cardenalas; ni tan siquiera para ver a un humilde cura de pueblo de sexo femenino predicando en su púlpito. Pero soñar es libre. Aunque sea con pensamientos impuros.
       Y el cuento, la Biblia, los Evangelios, el Génesis, hubieran cambiado mucho si los hubieran escrito santas en lugar de santos, o la propia Eva, que seguro que ya no sería el origen de todos los males. O si Dios fuera mujer, que diría Benedetti.
       O si todas las mujeres del mundo fueran como las de Macondo, rotundas, en el lugar y en el momento preciso, mientras el cura se dedicaba a levitar tomando chocolate. Sin molestar.

viernes, 1 de enero de 2016

DOCE PALABRAS PARA EL AÑO NUEVO

No se me ocurre ninguna frase ingeniosa para felicitar el año, a pesar de que circulan a miles por Internet y los watsap. Y me parece, por escaso, muy frío eso de feliz entrada y salida. Es como si sólo deseáramos felicidad por un ratito, el inmediatamente anterior y posterior a las uvas. Lo de desear salud y suerte, se da por sabido, aunque a veces es fuerte la tentación de querer desesperadamente que a alguien le caigan encima todas las plagas bíblicas.
       Pero acaba un año y empieza otro, y parece obligado dirigirse a los amigos para que sepan que los quieres, que confías en que te sigan queriendo, que te duelen sus pesares y te alegran sus alegrías.
       Por eso voy a intentar regalar doce palabras que están ahí para que las usemos, para que las deseemos, para que las entreguemos a quienes nos importan. En doce palabras, por los doce meses, quiero resumir mis deseos de Año Nuevo.
      Esperanza es la palabra de enero. Queda mucho tiempo por delante, y hay que empezar a subir la cuesta pensando en la cima. Alegría para febrero loco, para no decaer, y firmeza en marzo, aunque el viento amenace con arrastrarnos.
      Amor en abril, cuando el sol empieza a calentar y el rumor del agua, tan escasa, suena a música celestial. Para mayo, colores, que destierren el gris del invierno e iluminen los días más largos. Prosperidad para junio, cuando están a punto las cosechas, y amistad en julio, en las noches calurosas que se prestan al encuentro y las confidencias.
      Imaginación en agosto y reconciliación en septiembre, para no dejar cuentas pendientes cuando empieza un nuevo curso.
Trabajo y salud en octubre (y en todos los demás meses); añoranza en noviembre, cuando siempre nos falta alguien.
      Y futuro en diciembre. Feliz 2016